lunes, 23 de noviembre de 2015

La hora de la verdad

por Omar Dalponte*

omardalponte@gmail.com
       
Las cartas están repartidas y el pueblo es quien decide. Escribimos esta nota pocas horas antes de las elecciones del 22 de noviembre. Por primera vez en nuestra Argentina se resuelve la presidencia de la Nación entre dos personas que representan dos proyectos totalmente diferentes. Daniel Scioli lo hace en nombre del kirchnerismo, fuerza que integran distintas expresiones políticas y cuyo eje es el peronismo. Mauricio Macri se propone encabezando una coalición  neoliberal conservadora. No es una elección más: es una alternativa decisiva, una opción de hierro en este momento  de Argentina y demás países de Latinoamérica y el Caribe. Por otra parte el 22 de noviembre es una fecha emblemática para el Peronismo pues se cumple un nuevo aniversario del decreto de gratuidad universitaria impulsado por el general Perón, una medida que cambió para siempre el rumbo del sistema de educación superior argentino. Tener presente
esta fecha puede ayudar a decidir como votar. 
Tan importante es esta elección que exige imaginar el futuro inmediato y decidir como plantarse, en cualquier escenario, en defensa de los intereses de nuestro país y de Nuestra América. Seguramente muchas cosas habrán de cambiar, especialmente, en el territorio de las organizaciones políticas. La Unión Cívica Radical, vergonzosamente resignada a ser furgón de cola del macrismo, ya no será la misma fuerza que alguna vez lideró Raúl Alfonsín. Respecto a lo que se autodefine como “progresismo” (Margarita Stolbizer etc.) su pobreza electoral muestra a las claras la escasísima influencia que ejerce en la sociedad. El Partido Obrero mantiene su quintita y ahora que corrió de la escena a viejas figuras de su elenco estable, con dirigentes jóvenes que lograron una presencia mediática de cierta importancia, tienen la posibilidad de seguir remando. Nicolás Del Caño y Myriam Bregman han proporcionado a esa fuerza de izquierda una imagen diferente a la de tiempos pasados. La etapa que viene puede ser propicia para que sigan creciendo. Con algunos referentes peronistas del Frente Renovador puede ser que el año próximo se cierren acuerdos con sectores justicialistas que hoy adhieren al sciolismo. Declaraciones recientes de Felipe Solá hacen pensar que existen conversaciones en un sentido positivo. La actividad en el siguiente período parlamentario irá demostrando hasta que punto hay predisposición para entendimientos mayores. Para el kirchnerismo en general y el peronismo kirchnerista en particular, después del 10 de diciembre serán necesarias algunas reflexiones sobre lo que no se hizo bien y un esfuerzo inteligente para la construcción política de aquí en adelante. El Frente para la Victoria tiene que dejar de ser un conglomerado de organizaciones y personas dentro del cual cada quien hace y dice lo que le da la gana. En tanto dispositivo electoral, nuestro Frente debe funcionar con conducciones barriales, distritales, provinciales y una dirección nacional que recoja inquietudes desde las bases y ordene las acciones políticas apropiadas. Es necesario unificar el discurso y aprobar programas de corto, mediano y largo plazo que contemplen desde las necesidades municipales hasta políticas de estado de gran envergadura. Por su parte, el Partido Justicialista tiene por delante una misión ineludible: trabajar por la unidad del peronismo, convocar a todas las corrientes internas a un Congreso Extraordinario lo antes posible, iniciar una campaña de afiliación masiva garantizando que las fichas respectivas sean manejadas por compañeros responsables y honestos y poner los mayores esfuerzos en la formación política de cuadros militantes a fin de  que el Partido funcione con eficiencia frente a los problemas de nuestro país y de un mundo inmerso en gravísimos conflictos. Corresponde afirmar nuestras banderas por la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social con una clara definición antiimperialista. El imperialismo es una realidad nefasta que desde siempre y con distintos métodos ha tratado -y muchas veces conseguido- someter a pueblos enteros.
Ahí están como siniestros antecedentes la Doctrina Monroe. El corolario de Roosevelt, La Doctrina de Seguridad Nacional, La Alianza para el Progreso, Los documentos de Santa Fe (México) el Plan Cóndor y el ALCA, todas creaciones con nombres atractivos pero en realidad dispositivos salvajes de dominación. Desde hace uno años, el imperialismo, en nuestras democracias, encontró la vuelta para instalar candidatos conservadores que mediante políticas neoliberales destruyan las conquistas alcanzadas por gobiernos populares: Capriles en Venezuela; Macri en la Argentina.  Quienes dentro del abanico democrático no adviertan estas cosas, se sumerjan en el sectarismo, en las  discusiones menores y no aporten a las respuestas que la hora reclama, seguirán sembrando pasto para las fieras.
  (*) De Iniciativa Socialista