domingo, 20 de noviembre de 2016

El peligro de las bebidas azucaradas

por Alejandro Chitrángulo

   Cada año el 14 de noviembre se conmemora a modo de campaña de concientización el Día mundial de la diabetes. Fue instaurado en 1991 por la Federación Internacional de Diabetes (FID) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) como respuesta a la alza de diagnósticos de esta enfermedad. Más de 60 países se unen a esta campaña y se ha logrado que diferentes monumentos en el mundo, sean iluminados de azul en esta fecha en señal de esperanza para las personas que viven con este padecimiento y por quienes tienen el riesgo de desarrollarlo. Su propósito es dar a conocer las causas, los síntomas, el tratamiento y las complicaciones asociadas a la enfermedad.
    Lo que comemos de convierte en glucosa dentro de nuestro organismo. Cuando sucede la
digestión, el cuerpo obtiene de los alimentos nutrientes, minerales, proteínas y una serie de compuestos indispensables para la vida. Así también convierte la comida en glucosa, la cual es una especie de combustible que nuestras células utilizan para funcionar. La glucosa entra al torrente sanguíneo para poder ser transportada a todos los rincones del organismo. A esta forma de azúcar que se encuentra en la sangre y que entra a nuestras células se le llama glucosa.
Si bien Uno de los mayores mitos de la diabetes es que a los diabéticos se les tiene prohibido el azúcar, cuando en realidad lo que cuenta son los carbohidratos refinados o los almidones. Ambos suben el azúcar en la sangre de golpe. Por ejemplo, las papas y el pan blanco tienen el mismo efecto que el azúcar. 
  El azúcar o sacarosa es un carbohidrato que se obtiene de la caña. El azúcar de mesa se usa para endulzar bebidas y se añade a  diferentes alimentos y productos que comemos.
El riesgo de consumir azúcar el exceso 
   La OMS establece que el consumo de azúcar agregado en la dieta debe representar menos del 10% del total de la energía consumida en un día por una persona. Traducido a cucharaditas de 5 gramos, la dieta diaria supone ingerir unas diez, o sea, 50 gramos. Pero bajar esa cantidad a cinco implica beneficios adicionales para la salud. Los argentinos estamos peligrosamente lejos de esa cifra: consumimos, en promedio, 35 cucharaditas al día. 
   La Argentina está entre los cinco países que más azúcar agregada consumen en el mundo. Una de las principales fuentes de estos valores es la ingesta de bebidas azucaradas. Otra vez, somos el primer consumidor de gaseosas del planeta: 137 litros por persona por año. 
El azúcar en las bebidas
   Según una investigación de la Fundación Interamericana del Corazón (FIC Argentina), con el objetivo de evaluar el contenido de azúcares agregados en la oferta de bebidas azucaradas no alcohólicas en el país, de un total de 287 productos relevados y analizados, hubo 184 con azúcar, y las gaseosas son las que más tienen: un promedio de 21,9 cada 200 miligramos. 
    “Estos indicadores son alarmantes y se ven reflejados en el aumento en los niveles de sobrepeso y obesidad en la población infantil (34,5%) y adulta (57,9%) en el país”, asegura el estudio. Los adolescentes de entre 13 y 15 años consumen dos o más bebidas azucaradas por día. Además, solo en una de cada cuatro escuelas se ofrecen frutas y verduras en los kioscos, y el 80% vende bebidas azucaradas. 
El engaño de las gaseosas
  Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Boston  halló que Coca-Cola y Pepsi han patrocinado al menos a 96 organizaciones de salud entre 2011 y 2015. Entre esas entidades, dos se especializan en diabetes: la American Diabetes Association y la Juvenile Diabetes Research Foundation. Este hallazgo fue definido por los autores del estudio como “sorprendente, dado el vínculo establecido entre la diabetes y el consumo de estas bebidas”. 
   El autor principal de la investigación, Daniel Aaron, aseguró que las compañías “usaron las relaciones con organizaciones de salud para desarrollar asociaciones positivas para sus marcas”. Y sostuvo que Coca y Pepsi tienen la capacidad de “neutralizar potenciales oposiciones legislativas al invocar la reciprocidad y la dependencia financiera de las organizaciones nacionales de salud”. 
El informe revela que Coca y Pepsi presionaron contra 28 proyectos de ley de salud pública o propuestas de regulación dirigidas a reducir el consumo de gaseosas, como mayores impuestos a esas bebidas y restricciones publicitarias. En los cinco años relevados, Coca-Cola gastó más de 6 millones de dólares anuales en lobby, y Pepsi, más de 3 millones. La OMS acaba de pedir a los gobiernos que establezcan nuevos impuestos a las bebidas azucaradas, a las que responsabilizó del aumento de la diabetes y la obesidad, una patología con dimensiones epidémicas en algunos países. 
La presión de Coca Cola en las escuelas
Según una nota publicada en el diario Tiempo Argentino, ILSI es una de las entidades que financia Coca-Cola. En mayo pasado, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires debió suspender, a instancias de la justicia, el programa “Mi Escuela Saludable”, que preveía evaluar hábitos alimentarios en niños y adolescentes de escuelas porteñas para, supuestamente, “promover hábitos saludables para prevenir y disminuir el avance del sobrepeso y la obesidad”. La justicia hizo lugar a un recurso de amparo interpuesto por el sindicato docente ADEMYS y el legislador Gustavo Vera, que denunciaron que las firmas que componen ILSI Argentina –la consultora que analizaría los resultados– son grandes multinacionales, muchas denunciadas por su accionar en términos ambientales y de alimentación saludable. Entre ellas, Monsanto, Bayer… y Coca-Cola. 
El lobby de las gaseosas va más allá: Un informe reveló que 620 mil niños de escuelas primarias públicas de todo el país recibieron en el colegio el marketing de Coca-Cola, y que la empresa promociona sus productos –bajo el formato de la responsabilidad social empresaria– en seis hospitales públicos.
   Lorena Allemandi, directora del Área de Políticas de Alimentación Saludable de FIC Argentina, asegura que “las empresas de bebidas azucaradas quedaron tan en evidencia en relación al aumento en los valores de obesidad, que quisieron mejorar su imagen pública a través de programas engañosos, supuestamente tendientes a disminuir, por ejemplo, las tasas de obesidad infantil, pero que en realidad obstaculizan el avance de políticas públicas”. La especialista remarca que “hoy el país no cuenta con políticas públicas integrales y concretas diseñadas para reducir el consumo de azúcares” y lamenta que “tampoco es obligatoria la declaración de azúcares en el rótulo nutricional según el Código Alimentario Argentino: su contenido puede ser declarado en forma opcional, con la consiguiente desinformación de los consumidores”.