sábado, 12 de enero de 2019

El lugar de la mujer y su emancipación

por Lisandro Martínez*

A las mujeres se les han transferido casi todas las frustraciones de la vida. Son las grandes responsables y objeto de diferentes tipos de violencia: física, religiosa, psicológica, sexual, étnica, social, etc.
  La Biblia desde el inicio señaló a Eva como responsable y cómplice del demonio para que la humanidad fuera expulsada del paraíso. Esto actuó como una lápida sobre el género femenino durante siglos.
   Entre el fin del imperio Romano año 476 y el descubrimiento de América, la voz de orden de la Iglesia Católica que dominaba Europa, era la discriminación brutal sobre las mujeres y su subordinación al varón. El estatus de la mujer era igual al del esclavo y al de los pueblos originarios que fueron “descubiertos”. Esclavos, “indios” y mujeres no tenían alma y por lo tanto podían ser maltratados e incluso sacrificados como las bestias cuando ya no rendían.
   La iniciativa era educar a las mujeres para que sirvieran al hombre, procreando, amamantando y actuando de sirvientas. El derecho de pernada habilitaba a los señores a violar a sus siervas el día en que se casaban. La vigencia de esta ley no escrita, estuvo presente durante la Edad Media y siglos después ya en América se siguió practicando hasta no hace mucho. La pernada nunca fue registrada en código alguno pero estaba socialmente admitido que los terratenientes impusieran su poder a las familias que estaban subordinadas a sus antojos. Para algunos estudiosos, el derecho del patrón a desflorar a la novia de sus peones era una tradición germánica.
   La catarata de injurias contra las mujeres escrita por los religiosos colman la Biblia, paradójicamente conocida como el libro de dios, que contiene el antiguo testamento, donde abrevaron todas las religiones monoteístas: El Corán de los musulmanes, la Torá de judíos y sionistas y por supuesto la Biblia de católicos, evangélicos y otros derivados, quienes
continúan lo más orondos transitando por el siglo XXI con sus Biblias bajo el brazo, consultándola ante cada problema.
   En el medioevo, el clero impuso –libro divino en mano- su visión política y teocéntrica del mundo. Esto le permitió un control total de la vida pública y privada, transformando lo cotidiano en una experiencia ultra retrógrada en todo lo concerniente a la sexualidad, imprimiéndole una interpretación demoníaca a las prácticas sexuales si se realizaban fuera del matrimonio ya que había que asegurar la herencia. La sexualidad para la iglesia era y es pecado, “las relaciones carnales son sucias” (San Jerónimo). La única postura aprobada fue a través del sacerdote Johannes Teutonicus, en 1215, quien anunció que sólo había una posición para el coito, la “postura del misionero”.
   En ese universo cerrado no hubo lugar para elecciones sexuales diferentes y en el siglo XXI las parejas homosexuales y lésbicas son rechazadas, imponiéndose castigos mortales en el mundo islámico y excomulgando a los católicos, mientras a los evangélicos se los exorciza. Estos castigos aberrantes son tomados del libro milenario escrito por beduinos y pescadores.
  En el Pentateuco -cinco primeros libros del antiguo testamento: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y el Deuteronomio- se destaca Lot, un personaje por encima de los demás y al que dios -por considerarlo el más justo- le dio la posibilidad de sobrevivir a la destrucción de Sodoma, lugar donde los sodomitas practicaban la homosexualidad.
   Según Génesis 11:27, “Téraj engendró a Abrán, Najor y a Harán. Harán engendró a Lot”. Es decir que Lot no es un cualquiera sino sobrino del Patriarca Abraham. Lot se convirtió en padre de sus nietos, ya que tuvo relaciones incestuosas con sus hijas. Huyendo de Sodoma, Lot alojó a dos ángeles a los que los sodomitas le exigían los entregara. “¿Dónde están los hombres que alojas? Sácalos para que abusemos de ellos.” (Génesis 19:1-5). Lot respondió: “Por favor, hermanos, no hagáis esta maldad. Mirad, aquí tengo dos hijas que aún no han conocido varón. Os las sacaré y haced con ellas lo que quieras; pero a estos hombres no les hagáis nada.” (Génesis. 19, 6-8). Como Lot insistía en que los sodomitas se satisficieran sexualmente con mujeres de Sodoma y no con los ángeles, le contestaron: “Tú sabes que no deseamos mujeres, y entiendes bien lo que queremos” (Corán 11:79).
   Para el libro sagrado las mujeres están un escalón abajo del hombre: “...y será tomada la ciudad y saqueadas las casas y violadas las mujeres” (Zacarías 14:2); la violencia y la descalificación a más de 1.500 años alimenta a los seguidores del Evangelio, el Corán y la Torá.
  El martilleo ideológico religioso y feudal se impuso como pensamiento único desde el año 487 hasta la Revolución Francesa y nunca decayó en las religiones guiadas por la misoginia.  Un dato revelador es que los sacerdotes revisaron durante 100 años si las mujeres tenían alma.
  Ya en 1791/93 la Revolución Francesa alumbró la formación de un comité de mujeres revolucionarias.
  Más acá la lucha de clases integró en un pie de igualdad a hombres y mujeres que combatían por el socialismo. Flora Tristán, en Francia en 1840, luchaba para que el proletariado se constituyera como clase y se emancipara política y económicamente y señalaba que la liberación femenina era clave para la liberación social de la clase obrera.
  Con la constitución de la Asociación Internacional de Trabajadores (1ª Internacional), Marx propuso en el programa una campaña por los derechos laborales donde mujeres y varones tenían iguales derechos: Igual trabajo igual salario, exigiendo una jornada de trabajo corta, condenando el trabajo nocturno y las formas de trabajo que perjudicaban a mujeres y niños.
  Para continuar el camino de la emancipación de las mujeres, es necesario que en fábricas, escuelas, empresas, en los sindicatos y en todo el mundo del trabajo, las reivindicaciones femeninas estén incluidas en los pliegos de reclamos de los trabajadores y en los convenios de trabajo.
   Como levantamos la bandera de la abolición de todo tipo de opresión y de envilecimiento humano, luchamos por la separación de la iglesia del Estado y la confiscación de todos sus bienes.
   La lucha contra la opresión femenina es parte de la lucha de clases de los oprimidos por derrumbar el Estado patronal y levantar en su lugar el gobierno de los trabajadores que libere a toda la humanidad.
   (*) Del Partido Obrero