lunes, 28 de enero de 2019

Lo mejor del amor

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Lanús metió un verdadero batacazo en Mendoza. Godoy Cruz es el último subcampeón, un equipo que de local no pierde casi nunca, el último que lo derrotó allí fue Defensa y Justicia por la 7ª fecha: fue el 1 de octubre del 2018, la misma jornada en la que Lanús era aplastado por River en La Fortaleza por 5 a 1 y Zubeldía perdía su tercer partido consecutivo. El fútbol es así. Es cuestión de funcionamiento colectivo, y sobre la base del equipo sólido, sobresalen las figuras. Los inicios suelen ser terrenos de sorpresas, mucho más después de éste casi nulo receso. Lanús sabía que luego venían dos partidos de local, ante Colón y Gimnasia, dos que no vienen bien, lograr la victoria en Mendoza era un objetivo preciado y estimulante para intentar sumar esos nueve puntos de nueve. Lógicamente que un empate en una cancha donde todos pierden nunca es un mal resultado, pero Lanús ganó de manera justa y entregando una muy buena actuación.
    Julián y Mariana hace poco que están saliendo. Los dos son Granates, y a él le encanta que su chica sea futbolera. Ella conoce a los jugadores de todos los equipos, sabe de donde provienen, habla de táctica. Y vive cantando las canciones con la barra. “Es la mina ideal, el fútbol le gusta más que a mí y es más fanática de Lanús que yo”, le dijo una mañana Julián al cobrador del club. Y justo el viernes Lanús jugó en Mendoza, y por primera vez Mariana
fue a casa de Julián para ver juntos al Grana.
    La intención de ambos equipos de marcar la salida en campo contrario fue acelerando el trámite y la zona de medios se fue estirando. Las defensas se abrieron y ambos tuvieron chances de marcar ante errores defensivos claros. Luego de 15 minutos iniciales de presión alta por ambos bandos, Lanús impuso condiciones a partir de la lucidez de Quigñón, que recibe, levanta la cabeza y le marca el pase a sus compañeros. No juega a retener, observa y obliga con la mirada, mientras elude rivales y cambia de pierna al pasar el balón, otra vez el centrojás de Lanús jugó un gran partido. A sus lados, el trabajo todo terreno de Belmonte y el quiebre en velocidad de Di Plácido por derecha; la movilidad de Marcelino y la pegada de Pasquini por izquierda. Aunque el local metió y el árbitro le permitió pegar más de la cuenta, a los 30’ de la etapa inicial ya todo era del equipo de Zubeldía. Lautaro Acosta hacía la diferencia y sólo faltaba el gol. Lo mejor de Godoy Cruz, el poco peligro que hasta ahí había creado el local, fue por los errores inconcebibles de Ibáñez cuando tiene que resolver con los pies. No le gusta, se fastidia cuando se la pasan. Teniendo en cuenta lo bien que ataja, debería tratar de superarse técnicamente respecto de la pelota al pie.
    Los primeros 15’ de partido se los perdió viendo como su invitada prendía una luz, traía una soda, cambiaba una silla de lugar, ponía la pava, iba y venía. Tuvo que gritarle, nervioso, que se dejara de joder y se sentara a ver el partido. Molesta por el reto, Mariana pide una radio con auricular para escuchar una transmisión partidaria. Julián, ya medio caliente se la trae, ella se aísla con los auriculares y ambos se abocan al juego sin hablar. Minuto 33’, Marcelino y Pasquini, por izquierda, hacen una pared de compromiso en campo rival, y cuando de espaldas al arco, mirando a un codo, el rubio lateral granate recibe la devolución, Mariana grita gol. “¡Gol de Lanús!” le dice sonriente al pibe que la mira con cara de no entender, mientras Pasquini aún no había siquiera pensado el centro casi sin ángulo de disparo que está a punto de tirar. En el momento en que saca el zurdazo de media vuelta, Julián se dirige a la piba de buena manera: “No me podés gritar un gol que todavía no estoy viendo”. Y mientras el centro envenenado cae al punto penal, ella le responde asombrada: “Es que la radio llega antes. Como el gol era de Lanús, pensé que te ibas a alegrar…” le explicó, algo ofendida. Recién entonces, en el televisor, el Toto Belmonte metió el frentazo goleador.
    Tres minutos después del gol de Belmonte, Lautaro pelea una pelota de espaldas al arco entre dos rivales, varios metros fuera del área adversaria, y con un taco sorpresivo gira y se escapa hacia la valla del Tomba, para quedar cara a cara con el arquero mendocino. Julián se empieza a parar, se prepara para gritarlo pero se da cuenta de que Mariana sigue impávida, viendo la pantalla. “Ésta no gritó... ¡El Laucha se lo perdió!” se dijo aterrado, mientras Lautaro avanzaba pelota al pie para enfrentar a Ramírez. Julián mira asustado a la chica, y ella como si estuviera viendo nevar en el cerro Otto. “¡Lo perdió, el Laucha la tiró afuera...!” se dijo a sí mismo el joven, aterrado, los ojos clavados en la muchacha, sin advertir que la pelota impulsada por Acosta esquiva mansita el manotazo del arquero y se mete junto a su palo derecho. “No me digas que le cobraron orsai…” y ahora enojado le pregunta a la piba: “¿Te hiciste la tonta, ni media sonrisa, ni un pestañeo? Era un cara a cara y me hiciste creer que el Laucha se lo morfó” Ella lo interrumpió con un alarido: “¡Vos me dijiste que no te avise nada!” Y el árbitro, oportuno, pitó el final de la etapa con Lanús ganando 2 a 0.
   El Laucha volvió a ser el delantero imparable del 2017, y cuando juega con esa actitud mental suele ganar los partidos él solito. Y la presencia de Sand a su lado le devuelve al equipo la imagen de ataque feroz que todos supieron padecer y que todos temen. Entre los 15’ y los 30’ se disputó en la zona media y ambos pusieron pierna fuerte, pero el que se adueñó del balón fue Lanús por medio de Quignón y compañía. De la segunda mitad de la etapa inicial y hasta el final del partido, todo fue de Lanús. 
   El segundo tiempo lo vieron sin hablar, algo distantes. Comentaron apenas que un árbitro impresentable y poco confiable como Ceballos no aplicó las sanciones de manera ecuánime. Godoy Cruz no debió terminar con once. Mariana y Julián se miraron, y él se disculpó. “No, yo entiendo que te dije que no me los grites, pero al ver que se iba a cara a cara esperé una mueca tuya, un pestañeo, algo que me diga que fue gol. Y no lo recibí. Ahí me quise matar, ¿cómo pudo perderse ese gol el Laucha, pensé? ¿Le cobraron orsai?”. Y ella saca la contra: “Ponete de acuerdo, ¿querés que los grite o que no los grite?” Julián se sintió un tonto, entendió que Mariana tenía razón. Se puso de pie, sirvió dos vasos de whisky con hielo y después de beber en silencio, volvieron a hablar del partido, ahora de las alternativas del juego en sí.
     “Me gustó, Lanús, me gustó mucho, lástima que el Pepe Sand no agarró una…” Lo dijo Julián, y se arrepintió de inmediato. Mariana se puso de pie como la Tigresa Acuña, con los ojos a punto de saltar de las órbitas, gritando “¿Qué dijiste? ¿Qué carajo te pasa con el Pepe, pedazo de pelotudo? Abrime la puerta ya mismo si no querés que te cague a sopapos…”. No hubo ni beso en la mejilla. Tristes los dos, decepcionados mutuamente, la ilusión del amor se rompió con el portazo. Por ahí, quien te dice, un día de estos se cruzan en la cancha, se saludan bien, lo charlan mejor y se dan otra oportunidad.