domingo, 13 de enero de 2019

¿Feminismo? ¿Machismo? Exageraciones inconducentes

por Omar Dalponte*

omardalponte@gmail.com 

El capitalismo es enemigo de la humanidad. Y nada mejor para este sistema brutal que dentro de las sociedades de cada país se produzcan enfrentamientos y divisiones que hagan realidad aquello de “divide y reinarás”
Nuestra dolorida Argentina, hoy más que siempre, es un laboratorio de pruebas utilizado por los centros de poder nacionales e internacionales que tienen como objetivo convertirnos en una colonia sin honor dentro de la cual sólo haya privilegios, disfrute, buenos negocios para pocos y que todo el peso de la miseria y el sufrimiento caiga sobre las espaldas de las grandes mayorías. Con paciencia y suma efectividad, afirmados en su enorme poder económico, disponiendo del control total sobre los medios de comunicación hegemónicos y con la complicidad de grupos locales políticos, empresariales y financieros, esos poderes concentrados – de adentro y de afuera - han logrado instalar al macrismo en el gobierno, utilizando inteligentemente la vía electoral.
Después de tres años de demolición de la Patria ahora van por más y en estos meses que le restan jugarán sus mejores cartas para permanecer en el poder. Ya han puesto a rodar algunas fórmulas breves de campaña (slogans que le dicen) que, sin duda, serán exitosas y pegarán positivamente en el sector reaccionario de nuestra sociedad (que no es pequeño) y les ayudará a reforzar su “voto duro” favorable. “Orden y mano justa”, “deportación a los extranjeros que vienen a delinquir” por ejemplo, son fórmulas que suenan a música celestial en los oídos de cierto fascismo del subdesarrollo que habita entre nosotros.
La instalación del tema de la legalización del aborto fue una maniobra hábilmente ejecutada por el gobierno que, luego de toda la parafernalia previa al día de la definición, obtuvo un triunfo parlamentario que le permitió reponer fuerzas en momentos que atravesaba un período de cierta debilidad. Así la marea de pañuelos verdes no pudo, con su empuje,
derribar los murallones amarillos. Durante el lapso que duró aquel hervor en las calles y en los medios, el gobierno aprovechó para seguir asfixiando al pueblo con medidas que, por tanto bochinche, pasaron desapercibidas. Esas medidas hoy tienen un efecto devastador para nuestra gente. El macrismo es especialista en cortinas de humo. Siendo un gobierno ultra conservador abrió las puertas para discutir un tema polémico y desviar la atención de asuntos que resultaban apremiantes para su gestión: Inflación en aumento, dólar desbocado y acusaciones a algunos miembros del gobierno por administrar empresas en paraísos fiscales, entre otras linduras, podían, en aquellos días, desatar una crisis capaz de sacudir el mobiliario de la Casa de Gobierno. La baraúnda de pañuelos verdes y celestes, más las cataratas de palabras salidas de las bocas de los políticos, más el griterío del periodismo servil fueron los pilares de la gran escenografía montada para ocultar los acuciantes problemas que afectaban la vida de los argentinos y que con el correr del tiempo se han ido agravando. En aquellas horas febriles, hasta la mismísima Cristina Fernández dió alguna explicación menos creíble que el llanto de Macri en el G20. Según ella lo que le hizo cambiar de idea y votar favorablemente por la legalización del aborto fue “la presencia de miles de chicas en las calles”. Con el debido respeto uno se permite dudar que una estadista del nivel de Cristina, ante un tema tan sensible, de un día para otro cambie de opinión influenciada por la presencia en la vía pública de una parte de los sectores en pugna.
Después de rechazada la legalización del aborto por el Senado, para el macrismo quedó un bocado servido en bandeja. La división entre pañuelos celestes y verdes le dejó al gobierno una veta magnífica para explotar. A partir de allí, el ataque a la masculinidad, el desprestigio de los varones y presentar a todos los hombres como si fuésemos la encarnación del Mal o, en el mejor de los casos la muestra más acabada de la estupidez humana, fue la manera de alimentar enfrentamientos en el seno de nuestra sociedad. Basta ver algunas propagandas comerciales en TV para comprobar como se exhibe a varones en el rol de perfectos idiotas. El “Marcos” del Banco Galicia, o el “Pablo” que la chica abandona dejándolo sentado en un sillón después de quitarle las ilusiones y hasta un corazón de juguete, muestra a las claras la incidencia de ciertos medios en la desvalorización de los masculinos. Sumadas a esos mensajes publicitarios de mal gusto, aparecieron denuncias falsas que cambiaron para mal la vida de algunos hombres y contribuyeron para que un joven se quitara la vida en Mar del Plata. Uno está muy de acuerdo con las justas luchas de las mujeres cuando se hacen con seriedad. Pero de ninguna manera con la tilingueria farandulesca que amparada por la carnicería mediática desmerece la acción de las compañeras. Lo del “colectivo de actrices” incinerando públicamente a un actor, con la farsante Thelma Fardin como lenguaraz, ha sido deplorable. En la filmación donde la actriz denunciante lagrimea en una representación nada feliz, se advierte claramente una farsa, un show. No sabemos de Darthes, el personaje acusado, cuánto tiene de ángel o demonio. Tampoco vemos pruebas contundentes de un hecho que según dice la acusadora ocurrió hace diez años. Tarde piaste Thelma.
Lo que sí estamos seguros es que la cosa no pasa por femineidad o masculinidad. Pasa porque todos somos personas iguales. Y que el deporte nacional de ataque a los hombres, tan de moda en estos días, es inaceptable. Algunos somos muy honorables y correctos en todos los órdenes y nos asquea que haya tipos muy mediáticos que con tal de quedar bien y hacer demagogia barata son capaces hasta de ponerse calzocillos color rosa. No todos y todas estamos dispuestos a funcionar en la vida de acuerdo al libreto elaborado por envenenadoras y envenenadores de almas que llenan espacios televisivos, radiales y gráficos. Para que no aparezca esta nota solamente voz masculina, consideramos importante cerrarla con la opinión de dos mujeres. Una de ayer, pero siempre vigente: Eva Perón. Otra de estos días: la brillante intelectual, docente y militante peronista: Iciar Recalde.
“Confieso que el día que me vi ante la posibilidad del camino "feminista" me dio un poco de miedo. ¿Qué podía hacer yo, humilde mujer del pueblo, allí donde otras mujeres, más preparadas que yo, habían fracasado rotundamente? ¿Caer en el ridículo? ¿Integrar el núcleo de mujeres resentidas con la mujer y con el hombre, como ha ocurrido con innumerables líderes feministas?
Ni era soltera entrada en años, ni era tan fea por otra parte como para ocupar un puesto así... que, por lo general, en el mundo, desde las feministas inglesas hasta aquí, pertenece, casi con exclusivo derecho, a las mujeres de ese tipo... mujeres cuya primera vocación debió ser indudablemente la de hombres.
¡Y así orientaron los movimientos que ellas condujeron! Parecían estar dominadas por el despecho de no haber nacido hombres, más que por el orgullo de ser mujeres.
Creían entonces que era una desgracia ser mujeres... Resentidas con las mujeres porque no querían dejar de serlo y resentidas con los hombres porque no las dejaban ser como ellos, las "feministas", la inmensa mayoría de las feministas del mundo en cuanto me es conocido, constituían una rara especie de mujeres... ¡que no me pareció nunca mujer! Sentía que el movimiento femenino en mi país y en todo el mundo tenía que cumplir una función sublime... y todo cuanto yo conocía del feminismo me parecía ridículo. Es que, no conducido por mujeres sino por "eso" que aspirando a ser hombre dejaba de ser mujer ¡y no era nada!, el feminismo había dado el paso que va de lo sublime a lo ridículo. ¡Y ese es el paso que trato de no dar jamás! “ (Eva Perón).
“No existió jamás un peronismo feminista. Hay compañeras, estimo que de buena fe y con el legítimo interés de diferenciarse del snobismo colonial, intentan inventar hacia atrás lo que no existió para dar sustrato a lo actual atadas en la trampa de buscar lo nuevo cuando lo que urge en la Argentina es restaurar con objetivos actuales la esencia y la verdad en medio del caos que lo corrompe todo: tanto ha sido el proceso de involución y destrucción del ser nacional que vivimos los argentinos de 1976 a esta parte que las épicas, las gestas, los mejores momentos vividos por nuestro pueblo, están adelante. No en balde en esas operaciones, las compañeras no pueden acudir jamás a la verdad de Evita: su legado ES, está sintetizado en escritos que hay que leer, en obras que hay que recordar, en prácticas que deberíamos emular porque están ahí mostrando su grandeza. O le ponen de manera infame pañuelos, construyen inexistentes evistimos, la guerrean con el General Perón. Otras tradiciones, de izquierdas o socialdemócratas, vertebran el feminismo y en todo caso, en los afanes actuales debería irse por ahí. El feminismo, hoy como otrora fue parido por ideologías de la división contrarias a la matriz identitaria y cultural de la Argentina: nacional (patria-colonia) de clase (pueblo-oligarquía) y religiosa (sustrato católico de la Argentina como defensa del liberalismo). Y, centralmente, de unidad de la diversidad criolla que eso somos, frente a la agresión externa y de sus operadores internos
A secas: yo no necesito anclar mi práctica política en mi condición sexual: ¿por qué lo haría frente a la cuestión colonial, al imperio, a la oligarquía, a los problemas estructurales de mi patria, a la violencia transversal de mi comunidad, al descarte? Soy una convencida de que ir por ahí hace que pifie en la esencia del sentido de la política que es reconocer dónde está el enemigo y, por ende, qué es lo que hay que hacer, cómo y con quiénes. Y si afirmo mi condición de mujer, en todo caso, es para reafirmar la maravillosa diferencia que me permite caminar en unidad con el varón: el don de dar vida, la sensibilidad, los modos de entender el amor y el servicio, la capacidad de ver y pensar desde mi condición de mujer que me diferencia del varón y nos hace, conjuntamente, una potencia de un valor trascendental incuestionable. Que fueron Perón y Eva sino esa síntesis amorosa indestructible que aun enciende corazones y señala el camino de la esperanza que es el que nos lleva a las fuentes. No necesitaron dividir sino unir lo distinto de la naturaleza humana. (Iciar Recalde) Claras como el agua clara. El tema da para más. La seguiremos.
   (*) Iniciativa Socialista