viernes, 21 de agosto de 2015

Un dolor más y un militante de la vida menos

por Emiliano Bursese*

Siempre es dolorosa cualquier muerte, sobre todo cuando esa muerte es evitable, es joven y es comprometida con los demás. Para quienes iniciamos nuestra militancia en la Juventud Radical, estos son momentos de duelo. Jorge Ariel Velázquez, militante de la Juventud Radical de Jujuy, que había sido baleado por la espalda al ingresar a su casa el pasado 8 de agosto, falleció este miércoles a los 20 años. Jorge estaba internado en terapia intensiva y había sido intervenido quirúrgicamente luego de que la bala le perforara el riñón, el estómago, el hígado y el bazo, para quedar alojada en su axila. A Jorge, en definitiva, más allá de lo que digan los partes oficiales que han intentando advertir
un supuesto asalto, no le robaron ni el celular. Lo de Jorge ha sido un claro crimen político.
Las patotas que lamentablemente todavía existen en algunos lugares de la Argentina, como estas organizaciones pseudomilitares de la Tupac Amaru de Jujuy, se llevaron a uno de los nuestros. A alguien que como muchos otros realizaba uno de los actos de amor más grandes que pueda tener un ser humano: hacer o intentar hacer algo por otros a los que (muchas veces) ni siquiera la propia persona conoce. Hacer de sí mismo un ser colectivo y solidario, preocupado por su tiempo, por el futuro y por sus semejantes. Todo lo contrario a las acciones, lamentablemente no nuevas, que ha realizado esta organización comandada por Milagro Sala y aliada al Gobierno Nacional, que propicia un clima creciente de violencia política en una campaña signada por agresiones, amenazas, intimidaciones y otras situaciones absolutamente ajenas a la vida democrática. Se llevaron un militante del radicalismo. Pero también se llevaron un militante de la vida.
   Hace 30 años esa Juventud Radical y los argentinos en su conjunto recuperamos la paz -reivindicando la vida- como forma de resolver conflictos políticos y sociales. Hoy cabe preguntarse por qué volvemos a insistir en la necesidad de vivir en una sociedad en paz. Simplemente porque –cuanto menos– se observan crecientes formas de violencia social y política que creíamos superada. La de Jorge ha sido una, no la única. Obviamente que expresamos nuestro más enérgico repudio y pedimos el esclarecimiento de este horrendo crimen, la dilucidación de las circunstancias en las que ocurrieron los acontecimientos que terminaron con su vida y la determinación de los responsables, así como su obvia condena.
  Y lo más grave del tema es que la máxima responsable institucional del país hace una cadena nacional –como tantas otras– hablando de la supuesta ficha de afiliación política de nuestro militante (como si para militar deba ser necesario previamente estar afiliado a algún espacio político), olvidando la señora Presidenta Cristina Fernández que la condición que impone la Tupac Amaru para estudiar y trabajar en su ámbito (con más de 120.000 planes en su poder y el otorgamiento de obras públicas por parte del propio Gobierno, siendo el tercer dador de trabajo de la Provincia de Jujuy), es estar precisamente afiliado a esa organización. Mas allá de que existen fotos que demuestran su condición innegable de militante radical, el problema no es que sea militante de tal o cual partido, sino que es el porqué llegamos a matar a un inocente por repartir boletas de otro espacio político y, peor aún, que se lo sigue matando a cada minuto cuando se desvían las complicidades políticas queriendo desviar la atención en tal o cual circunstancia totalmente secundaria.
Al contrario, lo de Jorge debe ser visto como un ejemplo en momentos cuando se le mete miedo constante a miles de ciudadanos que hoy reciben legítimamente un plan social. El ejemplo de alguien que mas allá de tener que afiliarse a tal o cual espacio para poder estudiar y alimentarse (si así fuera la cuestión), tiene los valores y convicciones suficientes para querer transformar su realidad precisamente en contra de aquellos que lo obligan a verse inmerso en un sistema de prebendas perverso. Ejemplo de saber diferenciar entre un derecho y un deber. 
En este momento de de dolor y conmoción, debemos volver a reflexionar sobre la necesidad de vivir en una sociedad en paz, con orden democrático, con justicia y fundamentalmente con respeto por la vida y dignidad de las personas. Pediremos justicia. Y honraremos su memoria, militando mucho más, para que estas cosas no vuelvan a pasar: eso será militar por la vida y por el cambio.
  (*) Concejal de la UCR