martes, 10 de noviembre de 2020

Memoria Granate: Fútbol y política

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Es sabido que el Club Atlético Lanús es una de las pocas entidades señeras del fútbol argentino que no fue fundada por jóvenes futbolistas de extracción humilde, sino por muchachones adinerados de la entonces creciente Villa General Paz, las 56 manzanas que había trazado y loteado el emprendedor Guillermo Gaebeler, hombre de Bartolomé Mitre. Eran niños bien, ligados al Partido Conservador, comerciantes, empresarios y estudiantes que se inclinaban por el turf, los dados y las barajas, aunque visionarios que entendían indispensable la creación de un club social y que apuraron su fundación por la crisis terminal del Lanús United con la certeza de que lograrían ocupar el lugar que éstos ostentaban en la categoría Intermedia de la Asociación Argentina de Football, el deporte que todos, menos ellos, querían jugar.

     Silvio Peri, quien presidió la institución entre 1924/25 y 1927/30, realizó una interpretación bastante certera y optimista acerca del crecimiento del fútbol como nuevo fenómeno de los años 20, y se hizo cargo de manera personal de las gestiones para lograr la cesión del terreno de 50.000 m2 ubicados en el vértice del enorme triángulo ferroviario limitado por las calles Arias, las líneas de continuación de Acha y Álzaga, y a treinta metros de Fray Mamerto Esquiú, el predio más grande y más apto de todos los que existían entonces al este de las vías, que Peri obtiene de manera temporaria pero por varios años. Algo así sólo se podía conseguir cuando se contaba con grandes influencias. En el club Lanús, la grieta que se abrió en los años 40 y 50 también fue por culpa de la política: durante el peronismo, el club siguió en manos de los conservadores, y cuando Perón cayó, los platos rotos los pagó el busto de Eva Perón que

adornaba el hall de entrada de la sede, que fue retirado después del golpe del 55, y que con mucho alboroto y bastante oposición, sería devuelto silenciosamente en el 73, cuando el peronismo pudo volver a participar libremente de las elecciones nacionales.
     Hasta 1944 Lanús era una ciudad que formaba parte del Municipio de Avellaneda, con una población integrada por varias figuras de la política ligadas al conservadurismo, un sector que venía luchando por la autonomía de manera organizada desde los primeros años del siglo XX, y a ese sector pertenecían varios de los fundadores del club. Lanús consiguió su independencia en 1944, durante la presidencia de facto del general Edelmiro Farrell, nativo de Villa Industriales, y nieto de Santiago Plaul, el más destacado de los pioneros viñateros europeos que arribaron a estos pagos después de la Revolución de Mayo. El 1º de enero de 1945, en los balcones del actual Concejo Deliberante de Lanús, Farrell y Perón designaron al primer delegado municipal, Juan Piñeiro, aunque el club Lanús seguía siendo dirigido por los conservadores. El presidente era Hugo Papini, el dueño de Cristalux,  hombre adinerado y honorable. Pero los vientos de cambio que soplaban en favor de los sectores más postergados ponían en cuestionamiento todo lo que los dirigentes hacían. Cansados de lidiar con las críticas de los socios identificados con el peronismo, la Comisión Directiva en pleno renunció en abril de 1947 provocando la intervención de la Provincia de Buenos Aires, que nombró a Aurelio Rita para las tareas de normalización. Trabajosamente se logró la  normalización definitiva el 7 de agosto de 1948  y Cayetano Giardulli hijo fue elegido como presidente, acompañado por Papini y Besse. A pesar de todo, nada había cambiado demasiado en el club, el poder seguía en manos de los notables.
     Sin embargo, el fútbol argentino pronto sería sacudido por un cismo interno. En noviembre de 1948 estalló la primera rebelión de un gremio de trabajadores contra Perón: la famosa huelga de futbolistas liderada por Adolfo Pedernera, que concluyó con el éxodo de las principales figuras al fútbol colombiano, cuya asociación -que no estaba afiliada a la FIFA de manera directa- los recibió sin pagar por sus pases, perjudicando a las instituciones donde actuaban la mayoría de los futbolistas argentinos que emigraron. En octubre de 1953, cuando Perón tambaleaba, fue creada la Cruzada Renovadora Granate, que aglutinaba a los socios que lo seguían. Recién en 1959, cuatro años después de la caída del General, y a tres de la frustración de Los Globetrotters, la agrupación de los peronistas accedería al poder con una lista encabezada por José Volante, quien derrotó a Juan Besse y gobernó durante dos mandatos. Volante había prometido varias obras, que fue realizando una tras otra, pero el equipo no lograba retornar a la primera división. Finalmente dio un paso al costado a principios de 1964 para no obstaculizar la asunción de una lista de unidad encabezada por Antonio Rotili.
    En 1966, con la sanción de la Ley 17.381, el club Lanús recibe en carácter de venta, a pagar a futuro, 41.200 metros cuadrados de la empresa Ferrocarriles Argentinos, algo más de cuatro hectáreas, dos de ellas ubicadas desde la cancha auxiliar hasta la calle Almeyra, y el resto partiendo desde la continuación de Purita, detrás del colegio Luis Piedrabuena, limitando con la continuación de Ferré. A partir de la posesión de esas tierras, nacionalizadas por Perón en marzo del 48 y cedidas al club por gestión del ignoto diputado demócrata progresista León Patlis, la nueva comisión directiva encabezada por Bartolomé Chiappara planifica la futura Ciudad Deportiva, obra que llevará a cabo un nuevo organismo creado a tal efecto, la Administración de Obras del Club Atlético Lanús (ADOCAL), a cargo del vicepresidente segundo Osvaldo Ferrari. En 1969 Lanús logró inaugurar la Ciudad Deportiva, que un año después se terminó con enorme esfuerzo y de acuerdo a lo prometido, con la inauguración de las nuevas piletas.
    En mayo de 1975 Lorenzo D’Angelo, presidente de Lanús y Diputado Nacional por el peronismo, fue a la Casa Rosada a ver a María Estela Martínez de Perón. Llegó solo y sin pedir audiencia previa con la intención de obtener la firma del Decreto presidencial por el cual el club recibiría por fin aquellos 50.000 metros cuadrados obtenidos por Peri, más los 41.200 que había otorgado el gobierno de Illia, ambos lotes seguían sin escriturar, más otros 15.800 que sumaban en total 107.000 metros cuadrados, tal como el Congreso lo había aprobado casi un año antes. Pero sucedió que Isabel, muy jaqueada por los militares que pronto la derrocarían, no lo atendió. Fue por gestión personal del secretario Legal y Técnico de la presidente, el Dr. Julio González, quien alarmado por los gritos de desesperación de D’Angelo ante la negativa de la viuda de Perón a recibirlo, aquella mañana acudió a ver qué era lo que estaba sucediendo. En un tiempo en el que ya no firmaba casi nada por lo debilitado de su poder, finalmente y por consejo del secretario, la señora de Perón se avino a rubricar la cesión. Con esa firma, el club Lanús obtuvo el triunfo más importante de su vida. Por su parte, a Julio González no le fue nada bien: permanecería en cautiverio político durante siete años, desde el día del golpe de estado y  derrocamiento de la viuda de Perón, a quien acompañaba en el helicóptero en el momento en que fue detenida, hasta la vuelta de la democracia en 1983. El predio, de un valor incalculable, que con total justicia hoy lleva el nombre de Lorenzo D’Angelo, fue logrado contra reloj y sin pagar un peso, casi al mismo tiempo en que el país entero empezaba su sangriento calvario a la pobreza.
    Luego de aquella controvertida semifinal de 1984, en la que Lanús fue perjudicado ante Racing por el árbitro Emilio Misic, la Academia le adquirió a Lanús los pases de Attadía y Sicher. Como las finanzas de la entidad albiceleste tambaleaban, González aceptó la oferta de Racing con la promesa de pago a corto plazo, y que de ninguna manera, en caso de no poder asumir los compromisos, la deuda pasaría a formar parte de una posible convocatoria de acreedores, porque Lanús necesitaba imperiosamente ese dinero. Sin embargo, y para indignación del entonces presidente Granate Carlos González, que no soportaba este tipo de traiciones, Racing no efectivizó el pago de la manera acordada y crecían los rumores de que se preparaba la convocatoria de acreedores, la primera de la historia de la entidad de Avellaneda, y la deuda con Lanús iba a estar incluida de la misma.
     Algunas semanas después, en medio del caos político e institucional, el Racing Club convocó a sus acreedores por primera vez. El presidente de Lanús, Carlos González, que tenía la sangre en el ojo por la traición de los dirigentes de la Academia, sin avisarle a nadie se presentó en la Asamblea llevada a cabo en la sede de la avenida Mitre. Fue sólo, pidió la palabra, explicó los motivos de su decisión a votar en contra de dicha propuesta porque Racing no había cumplido su promesa y se retiró en medio de insultos y amenazas de parte de los dirigentes y allegados presentes, quienes lo persiguieron hasta su automóvil, logró irse como había llegado con la cabeza en alto, con esa valentía fuera de lo común que quienes lo trataron le conocían. A raíz de ese incidente, Julio Grondona lo llamó a Néstor Díaz Pérez y a partir del encuentro entre ambos, el presidente de la AFA se acercaría al futuro titular de Lanús para brindarle su respaldo, como también lo venía haciendo Manuel Quindimil y por la misma causa: la hombría de bien y la reconocida honestidad de Néstor. A partir de esa reunión, Julio Grondona supo que el juicio a la AFA era asunto terminado y dejó de ser el enemigo número uno del club para pasar a ser casi un benefactor, y la nueva relación se hizo viable en la figura de Néstor Díaz Pérez, quien le prometió que iba a asumir como presidente únicamente si la comisión directiva aceptaba la idea de apoyar la convocatoria del Racing Club, siempre y cuando Racing pague la deuda por afuera de la misma.
    En medio de las discusiones, en diciembre de 1985 finalizó el segundo mandato consecutivo de González, la comisión directiva se pronunció a favor de aprobar la convocatoria de Racing, por lo que Néstor Díaz Pérez decidió aceptar el cargo y presidir una nueva comisión directiva de unidad. Le dolió que González se sintiera defraudado y siempre le reconoció que tenía razón, que los dirigentes de Racing se habían portado de manera inadmisible, pero trató de que sus pares entendieran que ni el club de Avellaneda ni sus socios eran los culpables. Al darse a conocer su postura previa, quien iba a ser el nuevo presidente de Lanús fue convocado a una reunión con Osvaldo Otero, vice ministro de Deportes de Alfonsín, reunión llevada a cabo a mediados de 1986 a la que asistió el entonces presidente del club de Avellaneda, Enrique Taddeo. Si Díaz Pérez cumplía su palabra y ponía el voto en favor de la convocatoria de Racing, Taddeo se comprometía a pagarle de su bolsillo los pases de Attadía y Sicher, pago que luego de la asunción de Néstor efectivizó puntualmente como había prometido, en cuotas de 5.000 dólares por mes hasta cubrir la cifra adeudada. Por su parte, ante la solicitud del dirigente Granate, el viceministro de Deportes de la Nación, Osvaldo Otero se comprometió a que a través de la secretaría de Deportes, el gobierno nacional de Raúl Alfonsín se haría cargo del costo de la construcción del microestadio, obra que culminaría dos años después. Otero entregó un subsidio de cuatro cuotas de 200.000 dólares, la cuarta cuota la honró con Alfonsín adelantando la cesión del poder a Carlos Menem, y después de que Manuel Quindimil fuera el orador principal de la jornada inaugural de la obra.
    No siempre fue la política quien se acercó al club para tender su mano. A veces fue al revés. Los dos máximos dirigentes del club en la actualidad, Maron y Russo brindaron sus respaldos a candidatos que luego resultaron perdedores. Primero fue Alejandro Maron, quien le cedió instalaciones y respaldó públicamente a Julián Álvarez, candidato a intendente por el Frente para la Victoria que fue derrotado por Néstor Grindetti en 2015. Y también Nicolás Russo, quien además de presidente de Lanús era concejal por el Frente de Todos, cedió las instalaciones para actos de campaña de los candidatos del peronismo local, que también fueron derrotados en 2019 por el actual intendente.
   En esta larga historia de acontecimientos políticos que tuvieron lugar en el club, lo peor fue lo primero que ocurrió: En 1919, a cuatro años de la fundación, el club Lanús adhirió en forma oficial a la Liga Patriótica, agrupación juvenil armada y fomentada por el Colegio Militar, que tuvo una sangrienta participación en la Semana Trágica, asesinando trabajadores, dirigentes sindicales y militantes anarquistas, desatando una bárbara persecución en el barrio de Once, donde cientos de judíos fueron virtualmente cazados por las calles y linchados. Según el libro editado por el Club Atlético Lanús “Vida Social, Política y Deportiva” Tomo 1, del historiador Marcos Mele, “el presidente Juan Rasetto, el vice Juan Iribarren, el vocal Eduardo Monteverde y el secretario Arturo Osés fueron designados para presentarse en la Comisión Central de la Liga Patriótica y solicitar su representación en la localidad de Lanús”, solicitud que había sido previamente aprobada por unanimidad en reunión de Comisión Directiva. La Liga Patriótica participó además de la persecución y fusilamiento de más de 1.500 trabajadores rurales en Santa Cruz en 1922, hechos reflejados en la obra “La Patagonia Trágica” de Osvaldo Bayer, llevada al cine por Héctor Olivera, y años después fue fervorosa impulsora del derrocamiento de Irigoyen, encabezado por José Félix Uriburu en 1930. El impulso nacionalista del Centenario fue el motor de aquel ideario de violencia contra el trabajador inmigrante que peleaba por sus derechos.  Como sea, aquella banda de pitucos asesinos llegó a contar con 9.000 miembros fue la antecesora de la Alianza Libertadora Nacionalista formada en 1943, la Guardia Restauradora Nacionalista de 1960 o la Triple A dirigida por José López Rega en 1974, y un buen número de los fundadores del club, nos guste o no, formaron parte de sus filas.