por Omar Dalponte*
nuevospropositos@hotmail.comVotamos. Ganamos todos. Triunfó la democracia. El análisis de este trascendente acto electoral lo publicaremos en nuestra columna la semana próxima pues, por el cierre de nuestro medio, no pudimos comentar en este número los resultados de las elecciones realizadas el domingo.
Los días previos al 11 de agosto fueron bastante calmos comparados con elecciones anteriores y además, el entusiasmo electoral dejó paso al tremendo dolor que causó la desgracia ocurrida en la ciudad de Rosario. La muerte de varias personas enlutó una vez más a nuestro país y cuando se producen estas cosas todo lo demás se empequeñece. Ante las tragedias de esta magnitud y la pérdida de vidas humanas en cualquier ciscunstancia, el resto de los temas pierde interés. Frente a estas realidades tremendas, lo que habitualmente suele preocuparnos y ocuparnos muchas veces en forma desmedida, no admite comparación con el perjuicio que causan semejantes dramas. Entonces, cuando sucede lo irreparable deberíamos darnos cuenta que no es aconsejable dar demasiada importancia a cuestiones que, de una u otra forma, pueden resolverse o, por lo menos, permiten intentar solucionarlas. Porque la muerte es el final. El punto límite de donde no se regresa. El golpe definitivo que no recibe devolución. Por eso es fundamental valorar la vida. Darle contenido. Enriquecerla con actitudes positivas. Hacerla fecunda, disfrutarla con acciones solidarias y con el trabajo por el bienestar colectivo. Darle un rumbo honorable hacia fines superiores.
De la semana pasada, entre encuestas afiebradas y clima de final de campaña quedaron registradas algunas imágenes dignas de recordar. Una que probablemente, con el correr del tiempo, será recordada como un avance notable contra la prepotencia de los poderosos es la que corresponde a la valentía del periodista Victor Hugo Morales y a la cobardía de Héctor Magnetto, mandamás del Grupo Clarín. A la audiencia de mediación programada para el jueves 8 de agosto, Morales llegó rodeado por miles de personas que lo acompañaron y acompañan en su lucha por la libertad y la justicia. Caminó recibiendo el calor que suele transmitir el pueblo a quienes valora como referentes dignos por ser defensores de la verdad en la función periodística. Magnetto, en cambio, arribó con una fuerte custodia al mejor estilo de los gangster del viejo Chicago. Asi llegaron y así se fueron. El periodista, aplaudido y alentado por la gente, dispuesto a decir lo que corresponde mirando a los ojos a su querellante. El hombre por ahora poderoso de Clarín se retiró corriendo, insultado y escupido como merece un tipo de esta calaña. Esta escena, ocurrida en varios cuadros, posibilitó que hagamos un par de reflexiones. Uno se siente orgulloso de haber luchado por recuperar la
democracia en nuestro país porque, gracias al triunfo obtenido sobre las dictaduras cívico militares, hoy un trabajador puede poner en jaque a un personaje que, en otros tiempos, al amparo de los represores y asesinos, era absolutamente intocable. Además, el hecho de haber recuperado la libertad nos permite expresarnos sin temores y por tal razón vemos como poco a poco ciertas cosas se acomodan favorablemente. Quienes como Magnetto se manejaron durante mucho tiempo con total impunidad hoy no tienen más remedio que dar la cara y afrontar lo que les toque. Han disminuído sus posibilidades de ser poder en las sombras y ahora están obligados a meter las patas en el barro porque la exposición pública es inevitable. Ver salir huyendo a Magnetto entre puteadas y escupitajos después de no tener el valor de enfrentar una situación a cara descubierta es una satisfacción enorme. La misma que experimentamos cuando Menem se acobardó frente a Kirchner en el año 2003. Así son los cobardes. Soberbios y feroces frente a los débiles e indefensos. Pusilánimes cuando deben rendir cuentas. Independientemente de los resultados de las elecciones del domingo 11 de agosto el proceso en marcha en la Argentina de estos días, si lo sabemos defender, será indetenible. De la misma forma que vimos correr a Magnetto con la cola entre las piernas, probablemente veremos a los mentirosos, difamadores y alcahuetes como Jorge Lanata quedar definitivamente desnudos delante del pueblo, maltrechos por el repudio popular.
(*) De Iniciativa Socialista