domingo, 16 de marzo de 2014

A puro pueblo para defender la democracia

por Omar Dalponte*

nuevospropositos@hotmail.com

En tiempos que para las manifestaciones políticas la calle no era tan pacífica como ahora, la postal registrada por los medios y aparecida el día después mostraba la neblina de los gases, las mordeduras de los perros, los garrotazos que otros perros de uniforme descargaban sobre las espaldas de los manifestantes y algún muerto a balazos o varios heridos tirados en el asfalto. Esto pasó y no es cuento. Es relato verdadero de hechos muy lamentables ocurridos en la Argentina del pasado. Parecía que la suerte estaba echada y que el destino del pueblo era el sufrimiento y la muerte. Pero el pueblo es dueño de una tozudez heroica y al final, luego de mucha lucha logró dar vuelta la taba. Hoy cada quien puede salir a la calle, manifestar y gritar lo que se le antoje sin ningún problema. Esto es bueno. Los bochinches de la democracia siempre son saludables porque los alientan los vientos de libertad.
   Ahora también es bueno dejar en claro que apoyar fervientemente las concentraciones populares, como nosotros lo hacemos, no significa estar de acuerdo conque un puñado de personas, sin explicar por que y para que corten rutas y calles haciendo pasar por el infierno a millones de trabajadores privándolos de circular libremente para cumplir con sus obligaciones o disfrutar un par de días de descanso. Tampoco aceptamos bajo ningún concepto que se arroje al vacío a un hombre indefenso como ocurrió días pasados en el Puente Avellaneda. También nos cuesta creer que quienes cometen este tipo de atropellos, repudiables por donde se lo mire, sean compañeros del campo popular que luchan por su derechos con toda razón. Históricamente, en tiempos de democracia, las concentraciones y acciones del movimiento obrero, de los movimientos sociales o aquellas realizadas mas o menos espontáneamente por reclamos justos, pidiendo por mayor seguridad u otro tema puntual, han
sido siempre efectuados de manera pacífica. Más allá de algún episodio aislado, invariablemente las desconcentraciones se llevaron a cabo, en la inmensa mayoría de los casos, con total normalidad.
esde hace unos pocos años hasta la fecha, especialmente a partir de 2003 en que el gobierno popular peronista kirchnerista encarriló el país y mejoró notablemente la situación de los sectores más postergados de la sociedad comenzaron a ocurrir hechos que no tienen otro sentido que el de crear un clima de malestar en la sociedad y que curiosamente ( o no tanto) se manipulan en la usinas informativas de los monopolios de la comunicación masiva. Para identificar un punto de referencia en esto de las concentraciones salvajes recurrimos a los acontecimientos del año 2008 cuando las patronales agrarias cortaron rutas y caminos, apalearon gente, derramaron miles de litros de leche, tiraron al costado de los caminos gran cantidad de alimentos, pincharon cubiertas de camiones y tuvieron en vilo al país durante un par de meses. Tampoco olvidamos los destrozos causados por marginales encapuchados en varias oportunidades o la acción violenta de caceroleros y caceroleras, cuya principal preocupación era el valor del dólar. Imposible olvidar cuando esta "gente bien" de las clases acomodadas machucaron a varios periodistas o simples transeúntes a quienes habían identificado como "enemigos" en aquellas jornadas "heroicas" de perfumadas rebeliones.
  Tendríamos que ser demasiado estúpidos para no darnos cuenta de algunas cosas, sin ninguna duda perfectamente planificadas en las oscuras oficinas de los dueños del poder económico y financiero, quienes tienen muy en claro que por vía de los procedimientos democráticos están condenados a una derrota inevitable. Estos sectores poderosos a quienes el gobierno nacional viene enfrentado sin solución de continuidad desde hace diez años, no están dispuestos a ceder un palmo en resguardo de sus intereses. Que los pobres tengan acceso a la educación, el trabajo, la vivienda y a una atención médica adecuada es algo inaceptable para las clases dominantes. Este proceso de recuperación de independencia económica y justicia social, según el neoliberalismo y el conservadurismo de toda laya, debe ser frenado a toda costa. Advierten, por que no son tontos, que a través de elecciones como marca la Constitución Nacional en el marco de la democracia, no tienen demasiadas posibilidades de cambiar el rumbo. El peronismo kirchnerista continúa teniendo una base electoral considerable y sin duda en este terreno -el electoral- no es un hueso fácil de pelar. La oposición expresada en las organizaciones políticas no termina de afianzar candidaturas que aseguren un triunfo contundente ni son capaces de presentar alternativas superadoras al modelo del kirchnerismo que atraigan a las mayorías populares en todo el territorio nacional.
  Entonces, es a través de acciones desestabilizadoras como se pretende evitar el avance de este proyecto nacional y popular en marcha y pulverizar todo lo conquistado hasta el presente después de diez años de logros no menores. Es muy claro que hay operaciones para perturbar la paz de los argentinos. No tienen explicación, fuera de esta reflexión, muchos de los asesinatos en determinadas zonas del país cuyos responsables quedan impunes. No es casual la aparición de series televisivas que cuentan historias de narcotraficantes como si estos fuesen héroes populares barnizados de simpatía, presentados con rasgos de humanidad pero que prometen a sus enemigos matarles desde el canario hasta el gato pasando por los hijos, la mujer y la abuelita.
  Es altamente sospechoso que en una concentración sindical se arroje a un hombre discapacitado desde las alturas de un puente. Los trabajadores no proceden de esta manera y ese episodio, ocurrido recientemente, nos hace presumir sin temor a equivocarnos, que esa acción, ejecutada por marginales al servicio de la desestabilización, responde a oscuros designios que nada tiene que ver con las protestas obreras.
  No es producto de la casualidad que se asesine a un jóven chofer de una línea de colectivos y que inmediatamente se resuelva un paro total en una rama del transporte de pasajeros causando penurias extremas a millones de laburantes y un caos sensacional. Hay que estar atentos y vigilantes y observar que se propone cierta dirigencia sindical tradicionalmente cómplice de las patronales y de las peores dictaduras.
  Es necesario defender la democracia y para nosotros, además, garantizar la continuidad del proyecto que encabeza la presidenta Cristina Fernández. Por eso es imprescindible la unidad, organización y movilización del campo popular. Por eso es necesario repetir cuantas veces sea necesario la presencia popular como la concretada el primero de marzo pasado en que el apoyo al gobierno nacional se hizo a puro pueblo.
  (*) De Iniciativa Socialista