sábado, 15 de mayo de 2021

La notinovela de la grabadora discográfica de Lanús

   Esta notinovela es del género histórico, basada en hechos y personajes reales, pero novelados para el mejor interés de los lectores jóvenes de La Defensa. Comenzaba el Siglo XX, problemático y febril, como dice el tango, y la Argentina era la tierra de promisión que miles de extranjeros eligieron para vivir, tener una familia, un trabajo y un futuro mejor. Uno de ellos, Max Glucksmann, austríaco de nacimiento, desembarcó solo con  15 años. Comenzó como aprendiz de fotografía en una casa instalada para la industria del cine. ¿Qué era el cine? Un invento destinado al entretenimiento, que en el país adelantado para la época, se había instalado. Las ideas innovadoras de Glucksmann lograron que quince años más tarde fuera uno de los pioneros que amasara una de las fortunas más importantes en América del Sur. Llegó a tener cien salas de exhibición en la Argentina y en el Uruguay.

No satisfecho aún con el éxito logrado, consiguió la representación de otro invento notable: la música fonográfica otorgada por la firma alemana Odeón. Los discos se grababan en Europa y se exportaban a todo el mundo. Así los grandes artistas se conocieron en el país. Pero no quedó allí su empuje. Como no consiguió Glucksmann romper ese monopolio, logró que la competencia estadounidense le vendiera sus equipos de grabación. Pero para seguir teniendo el negocio, llegó a un acuerdo y solo grabaría música nacional. Nacía así, la Grabadora Nacional.

  Es así que instala su sala de grabación en un lugar apartado y tranquilo: Lanús. Recién se

estaba integrando la ruralidad del campo bonaerense con la urbanidad de la capital federal, y de esa mezcla surgió el folklore provinciano con el tango, tanto criollo como porteño. Músicos de la talla del ya famoso Carlos Gardel, Razzano, Gobbi, Canaro, Fresedo, Donato entre otros, venían en la semana a grabar en Lanús. La línea 3 de tramway que cubría el trayecto Constitución-Plaza Villa Obrera-Villa Mauricio, permitía el traslado de los músicos y técnicos. Y así se podía ver a Carlitos almorzando en La Vasquita de la esquina de Caaguazú y Pergamino o haciendo facha en el cine National de la empresa contratante.

   Duró poco. Como sucedió en todo el mundo, la Gran Depresión de 1929 llegó a estos pagos y obligó al empresario a liquidar casi toda su fortuna para pagar sus deudas. Algunos artistas continuaron en los lujosos centros nocturnos franceses; los más siguieron en cabarets porteños o en los clubes de barrio. La aparición del cine sonoro mostró a los grandes y consolidó al tango en el plano internacional. 

   Un dato, Carlos Gardel tenía contrato con Glucksmann cuando firmó para Paramount la realización de las películas que hicieron historia. El accidente de Medellín frustró la intención del zorzal criollo de cumplir dicho contrato. Solo quedó la gran obra, el maravilloso cine Gran Splendid, hoy devenido en Librerías El Ateneo. 

  En Lanús subsistieron un terreno baldío y abandonado en la calle Pergamino al 1400 (foto) y algunas casas de discos cedidas a sus empleados, como MaxLú, en el centro de Lanús. Durante años el bar de la esquina fue centro de reunión de ex empleados y artistas, como atestiguaban el diariero del lugar y su hija tanguera hasta hace poco. Nacional se fusionó con Odeón y  posteriormente se transformó en la trasnacional EMI. 

  Hoy está la invitación del Municipio de Lanús y la Universidad Nacional de Lanús, junto con sus equipos de profesionales especializados en historia y museología, a ONG y vecinos interesados para que se sumen a la recuperación del patrimonio cultural de la ciudad. No menos trascendente es el Plan Turístico del Municipio, que agrega a la Música urbana y rural, la industria del cuero, el ferrocarril y el deporte, donde los emprendimientos y las empresas tienen un vasto territorio inexplorado para las inversiones.

Salud y recuerdo para los soñadores que organizaron la identidad de la música argentina. ¡Salud, pionero Max Glucksmann!