sábado, 26 de junio de 2021

El noticuento donde ganó el corazón a la razón


Cuando mamá Sofía y papá José vinieron de Europa del este huyendo de las persecuciones y el hambre que sufrían allí los judíos, se  instalaron en Darregueira, un pueblito rural ubicado en la provincia de Buenos Aires, cerquita de La Pampa. El Padre Celestial transformó cuatro angelitos preterrenales en sus hijos: una beba y tres bebés, Lila, Adelino, Tito y Iosl. Pronto, con el esfuerzo del trabajo y un poco de suerte que siempre acompañó, fueron progresando tal como habían soñado cuando vinieron al país. Luego se mudaron a una ciudad más grande pero cercana, Bahía Blanca, donde por su puerto de gran calado llegaban barcos. Desde allí se enviaba lo producido en el campo, como productos de la agricultura que se cosechaban y la ganadería que se criaba en las grandes llanuras del país, transportado por una extensa red ferroviaria.

Ya desde chico a Iosl siempre le gustó escuchar cuentos. Cuando tenía cinco añitos ya leía y escribía solo, a raíz de los vales de los cigarrillos de su papá que venían con aforismos y que a él le gustaba leerlos. ¿Qué eran los aforismos? Una especie de noticuentos pero mucho más cortitos. Por ejemplo, los que le quedaron grabados en su cabecita para siempre fueron: “Todo soñador tiene asegurada una porción de felicidad” o “Toda esperanza es un sueño pero

con los ojos abiertos” o “En el hombre que somos está el niño que fuimos”. En resumen, grandes enseñanzas con pocas palabras. Así la imaginación que todos los chicos tienen, es el comienzo de un gran aprendizaje que se obtiene a medida que las nenas y los nenes van creciendo. El inicio de la escuela fue transformándola en conocimiento y  búsqueda del porqué de todas las cosas. Lo que se llama ciencia.

   José Narosky (foto) fue al colegio secundario y luego a la Universidad de La Plata donde los consejos de mamá para defenderse mejor en la vida, cambiaron la literatura soñada desde chico por la obtención de un título profesional: escribano. José aceptó de buen grado el cambio pero con la consigna en su mente que en cuanto pudiera volvería al arte, sea literario o comunicacional, que para esos tiempos estaba creciendo enormemente con el periodismo y la televisión sobre todo.

   Una vez recibido, consiguió un Registro de Escribanía, esencial para su trabajo. Y se mudó a la ciudad de Lanús, asiento del mismo. También formó una familia. Se casó con Beatriz, el amor de toda su vida y tuvieron  una hija y dos hijos. Un poco por el paso de un buen amigo a la Vida Eterna y también porque sus hijos pudieron hacerse cargo de la oficina notarial, se dedicó a su pasión por completo. Escribió once libros, comenzando con “Si todos los hombres”, “Si todos los tiempos”, “Si todos los sueños”, “Aforismos, libro de oro”, entre otros. Se vendieron más de 2.000.000 de ejemplares, una enormidad. Recibió por ellos muchos premios: José Hernández de Literatura Argentina; Faja de Honor de la SADE a la labor literaria, Legislatura de la Provincia de Bs.As.; Distinción Legislatura de la Ciudad de Bs.As., entre otros. Actuó en importantes programas de la televisión argentina y se hizo famoso. A tal punto que al editor de su primer libro le dijo que no le gustaba, pero que lo hacía porque aparecía en la pantalla chica.  En la actualidad vive en Adrogué, en la ciudad que lo vio nacer. Sigue ejerciendo el periodismo, escribiendo notas y realizando reportajes para importantes medios nacionales. Pero, sobre todo, aún sigue soñando.

  Un último aforismo de los más de 17.000 que su pluma escribió y que sintetiza un pensamiento válido para estas épocas donde los bienes materiales parecen imponerse por sobre los espirituales: “No necesitar dinero requiere más talento que ganarlo”


      Leonardo Saphir -saphirleonardo@gmail.com. Colabora: Carolina Cortina.