miércoles, 15 de abril de 2020

Satisfacciones personales. Y la moderación de Alberto

por Omar Dalponte*

omardalponte@gmail.com 

   Cuando muchas y muchos compañeras y compañeros  -por suerte- decidieron hacerse peronistas al calor de la corriente interna de nuestro movimiento que denominamos "kirchnerismo"; corriente a la cual adherimos, tal vez muchos de ellos con la mejor intención pensaron que llegaban para mejorar el peronismo y "esclarecernos" a los viejos peronistas. Saltaron, bailaron, aprendieron a cantar la "marchita", después se afiliaron al PJ creyendo que allí empezaba una nueva historia. Naturalmente han sido muy bienvenidos y hoy constituyen un importante activo político dentro de nuestras filas.
    Claro que adaptarse a los modos del peronismo no es nada fácil. Menos aún para aquellas y aquellos que provienen de organizaciones que practicaron o  practican una disciplina bastante estricta.
Esa falta de comprensión respecto a lo que es un movimiento político como el peronismo, ha hecho que estas compañeras y compañeros cometan errores no menores.
   Haber acompañado listas alternativas posibilitó, por ejemplo, que en 2009  De Narváez derrote a Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires.
En tiempos inmediatos anteriores a las elecciones de 2015 el "antisciolismo" cerrado y su adhesión a Florencio Randazzo por parte de estos compañeros que levantaban a Cristina pero fruncían la nariz ante la mención de Perón,  fue una de las causas del triunfo de Macri.
    Denostaban a nuestra dirigencia sindical y del PJ. Hugo Moyano era poco menos que Satán y Daniel era la encarnación de la ultraderecha. Así nos fue. Macri gano por un pelo. Por el pelo que nos sacó la zoncera política de cierto "progresismo", algún salvavidas de plomo y la prédica de "iluminados" como los de Carta Abierta (en quienes alguna vez confiamos) cuyo mayor logro fue la masturbación política en la Biblioteca Nacional los
sábados por la mañana y chorearle unos pesos al estado.
    Cuando reconociendo los altísimos valores de la compañera Cristina, una referente excepcional, sugeríamos que ella se repliegue un poco, momentáneamente por estrategia electoral, nos saltaron a la yugular. Cuando reclamábamos apoyo a nuestra dirigencia sindical faltó poco para que se nos diga que nos habíamos convertido en burócratas.
   Si alguna vez rescatamos la figura de Eduardo Duhalde por su rol a partir de 2001/2002  nos aturdieron con grititos histéricos.
¿Finalmente qué ocurrio? Cristina se replegó. Realizó una movida de alto nivel político y con Alberto Fernández derrotamos con cierta holgura al macrismo.
   Ni bien asomó como candidato y luego como presidente de la Nación,  Alberto se reunió con lo más granado del PJ, acordó la unidad con Sergio Massa, se reunió con nuestros dirigentes del movimiento obrero, valoró la figura de Hugo Moyano elogiándolo en público, nombró embajador en Brasil a Daniel Scioli, refiriéndose al compañero Duhalde dijo que es un "enorme dirigente " y acordó con el ex presidente una misión importantísima en España. Hoy la imagen de nuestro presidente es altísima. Personalmente, sentimos una gran alegría aunque advertimos que, en nuestras filas, no faltan quienes pretenden instalar algunas críticas con cierto tufillo "antiduhaldista".
     La situación de nuestro país, luego de la atrocidad macrista, de por sí ya era complicada. Tengamos claro cuánto más difícil será luego de la pandemia. De manera que, hacia adelante, habrá que imaginar acciones de gobierno inteligentes y audaces para lo cual será necesario comprometer a instituciones y personas que piensen y actúen en clave nacional acorde a semejante tarea.
En ese posible escenario no deberán estar ausentes el movimiento obrero, el Partido Justicialista  y todos aquellos y aquellas que demuestren voluntad para poner de pie a la Argentina.
    Si esta pandemia alguna vez pasa y si las cosas le salen más o menos bien, el presidente emergerá fortalecido. Hasta puede ser que asome dueño de un liderazgo con proyección latinoamericana.
Pero Alberto Fernández no es Perón ni tampoco un conductor con ideas socialistas. Hace un par de días él mismo se declaró admirador de Raúl Alfonsín y manifestó que el peronismo bien podría caracterizarse como una organización social demócrata.  
    No resulta extraño. Es sí, y hay que reconocerlo, un arranque de sinceridad de parte de quien en cualquiera de sus exposiciones suele nombrar dos o tres veces a don Raúl y ninguna, o tal vez con suerte una, a Juan Perón.
Alberto tenía 15 años cuando murió Perón y 24 cuando Alfonsín fue elegido presidente. De manera que se fumó toda la euforia radical, el período de edulcoración cafierista y la nefasta etapa menemista. Nada de la mística de la Primera Resistencia ni del fervor militante de la gloriosa JP de fines de los sesenta y parte de los setenta. ¿Por qué ha de extrañarnos que diga que el peronismo podría identificarse con la socialdemocracia?
    Alberto Fernández es un moderado que con acierto está conduciendo un proceso que, partiendo de la unidad del peronismo, debe ser orientado a lograr  el mayor bienestar posible del pueblo dentro del marco de un gobierno constitucional y de las limitaciones que impone el capitalismo. No mucho más. Sería estúpido exigirle al presidente algo así como la colectivización de los medios de producción y de cambio, una reforma agraria o cosas por el estilo. En medio de este drama pandémico lo correcto es acompañar a nuestro presidente para que la nave que conduce llegue a buen puerto, ayudarlo a consolidar su liderazgo y sin tirar bolillas negras contribuir a que sume todo lo que pueda para los tiempos posteriores a la peste. Una de las grandes causas a levantar como bandera es que nunca más regrese el neoliberalismo. Bajo el formato macrista o disfrazado de cualquier otra otra variante.Y esto tendremos que hacerlo con Massa, con Duhalde y con el mismísimo Maquiavelo si fuese posible resucitarlo.
    Quienes pretendemos en los años que vienen la profundización de acciones por un peronismo transformador debemos seguir aquello de que “el fuego para calentar ha de venir desde abajo”, y ser nosotros, quienes desde las bases de los sectores populares, de los partidos justicialistas municipales y provinciales, en cada barrio o en cada grupo militante, sin esperar milagros ni proezas de una persona o un pequeño círculo, vayamos impulsando la idea de producir cambios en las estructuras del sistema que nos asfixia. Plantear una reforma constitucional con el propósito de rescatar todo lo que se pueda y tenga vigencia de nuestra Constitución Justicialista de 1949. Proponer la reorganización del PJ en cada rincón del país e imponer la ética como conducta a quienes nos representen en cualquier función. No esperemos un Alberto “cheguevarizado” porque sería un delirio y un infantilismo político. Apoyemos y protejamos al Alberto que tenemos y ayudémoslo a remontar la cuesta. Asumiendo, como aconsejaba Perón, que “cada peronista lleva el bastón de mariscal en su mochila, está en sus manos y en su  capacidad el hacerse digno de empuñarlo con honor” “La Patria vive días inciertos y dramáticos. Cada uno de sus hijos tiene un deber y un grado de responsabilidad, pero tiene ante sí la posibilidad de luchar para defender esa responsabilidad”.

   (*) De Iniciativa Socialista