martes, 28 de abril de 2020

Carta a jóvenes policías en días de peste

por Salvador Baratta*

   En estos días de cuarentena, mientras realizaba trámites bancarios, tuve el honor de charlar con dos policías muy jóvenes. Ellos estaban caminando, con un pañuelo de tapabocas. Al preguntarle si no les entregaban barbijos, me dijeron: 
    —Señor, nosotros seguimos siendo la yuta, el cobani, cero protección, no importamos nada... ¿O usted se cree que de verdad importamos?—.  Los saludé como permite la cuarentena y me alejé del lugar sin haberles dicho que yo era un camarada, pero pensando que nada cambia. La institución gloriosa  de hombres y mujeres valientes, sigue sintiendo que no le importamos a nadie, así como lo sentíamos nosotros.  Sólo tres ministros me hicieron sentir que valíamos como personas en 31 años de servicio.
   Pero hoy aprovechando este día lluvioso, se me dio por escribir para  todos los jóvenes policías, para que ellos sientan orgullo y se den cuenta que la envidia que nos tienen es demasiada y por esos seremos siempre maltratados. Envidia... Se preguntarán qué nos pueden envidiar si cobramos sueldos pequeños, si para llevar algo más a nuestras casas debemos hacer adicionales, si prácticamente no podemos ver a nuestros hijos.
    Pues sí, nos envidian, envidian ese espíritu  de cuerpo solidario, ese jugarse permanentemente por el otro, esas ganas de ayudar permanentemente. Debo decirles queridos jóvenes policías, que en la época  cuando yo trabajé, también nos maltrataban, nos echaban la culpa de la inseguridad, de la droga, de los desarmaderos, etc.  Pero nosotros seguíamos trabajando, metiendo en prisión a cuanta banda se nos cruzaba en el camino, caminando por una línea muy delgada para poder esclarecer delitos de homicidios, para poder darle un poco de paz a familias destruidas por personas indeseables que mataban por el solo hecho de matar. Y ahí sólo estábamos los azules, recibiendo insultos  y después
abrazos y agradecimientos. ¿Y saben qué? Cuando había que recibir insultos íbamos nosotros y para los aplausos iban ellos, a recibir los aplausos que recibían después que nuestros hombres y mujeres arriesgaban su libertad y su vida, para saciar el dolor de familias que nunca más veríamos.
   Recuerdo que un ex jefe nuestro un día le dijo a un juez: —Qué bichos raros somos los policías que arriesgamos todo por esclarecer un hecho-. Qué verdad enorme.
  ¡Pero cómo no nos van a tener envidia si dejamos la piel persiguiendo delincuentes! Y hasta desatamos contra ellos guerras tremendas, que se terminan el dia que los ponemos tras las rejas, y ahí los tratamos dignamente, alojándolos en nuestras comisarías y dándoles toda clase de beneficios. Pero nos corren con el discurso de los derechos humanos y estos presos muchas veces se querian quedar en las comisarias, pues si bien estaban apretados porque eran muchos, sentían que los tratábamos como personas a ellos y a sus familias. De hecho muchos de nosotros vivimos donde trabajamos y caminanos tranquilos porque sabemos que nadie nos va a venir a pasar viejas facturas. Cómo no nos van a tener envidia, si saben que entre nosotros existe la palabra, el honor  y el valor, porque somos hermanos de sangre porque mi espalda me la cubrís vos y la tuya la cubro yo. Si andamos solos, enfrentando lo que sea. Claro, ellos a esto lo llaman corporación  policial, pero señores: nosotros no somos corporativos porque a los delincuentes que utilizan el uniforme nosotros los metemos presos.
  Pero claro las veces que jueces  nos sentaron para declarar pidiendo que mandáramos al frente a un jefe, bajo promesas de ascenso y cambios de destinos, fue inútil. ¿Saben por qué? Porque seguíamos a nuestro jefe, que no era un jefe era un líder. Jefe es cualquiera con mando delegado, en cambio líder es aquel que con sólo mirarnos ya nos dice lo que debemos hacer, porque es el primero en bajar y el último en irse y porque ante la pregunta responde con pelotas que salen del alma: "Soy el único responsable."
Cómo no nos van a envidiar si ante el menor temporal vimos cómo deambulaban por tribunales peleándose por ser arrepentidos.  Si cuando dicen pelear contra las mafias se mudan a lugares blindados, y cuando terminan sus mandatos los vemos comprando pan en el barrio, o viajando por el mundo sin custodia alguna. ¡Qué discurso mentiroso! O las mafias no eran mafias, o sólo era propaganda marquetinera. En cambio nosotros que sí metimos en cana a pesados del hampa, nos jubilamos y volvemos a casa solos sin derecho siquiera a portar un arma, porque hasta ese beneficio nos retiran. No nos tiraban cartitas de amenazas, nos cagaban a tiros de verdad y muchos amigos dejaron sus vidas y otros fuimos heridos, y saben que no nos asistía ni un psicólogo  ni a nosotros, ni a nuestras familias. Después me vienen con discursos... Nosotros también somos personas que sufrimos... de carne y hueso. 
Dicen que no tenemos disciplina, pero  nos subordinados a cuanta ideología política  aparece, pues somos  guardianes inflexibles del estado democrático, a pesar que nos tratan como ciudadanos de segunda pues no nos permiten sentarnos en las mesas de discusión del salario. Y sin embargo  en todo el período democrático acumulamos más de 1.500 muertos y casi 5.000 heridos .
Por eso jóvenes policías, yuta, cobani, no importa el apodo que nos pongan, somos con honor policías, y saben al final, por qué nos envidian: porque después de dejar la vida en las calles cuando nos retiramos nos sentimos orgullosos de haberlo sido y cada mañana al mirarnos al espejo sentimos  la tranquilidad de haberlo dado todo.  
 A seguir trabajando. Dios, la patria  y nuestros ángeles, nos están mirando.

     (*) Ex subjefe de la Policía de la provincia de Buenos Aires