sábado, 10 de abril de 2021

El noticuento del niño afortunado

 

“Ese niño rubio va a saber escapar de la dureza del campo de Cantabria”, auguró una gitana del pueblo a Carmen, la mamá del recién bajado del cielo. Su papá Eusebio contento con su hijo Ramonín, dijo: —Vamos para la Argentina mujer, allí estaremos mejor-.  Así, cuando el nene cumplió cuatro añitos, se embarcaron al país donde muchos paisanos se habían ido en busca de mejores horizontes, junto a sus hermanos Manolo y Carmiña. Allí se instalaron en Lanús, una ciudad en las afueras de Buenos Aires, cuna del buen fútbol para esa época. Sorprendentemente Ramonín, aún antes de comenzar la escuela jugaba muy bien a la pelota. Sus largas horas en la calle y en los clubes del barrio, Guido y el Mariano Moreno, lo mostraban con una gambeta envidiable, un dominio del medio campo y un panorama especial para repartir juego entre sus compañeritos del equipo; algo inusual para chicos de su edad. No pasó mucho tiempo para que los directivos lanusenses le echaran el ojo y lo llevaran a las divisiones inferiores del club. Allí las figuras del gran “Nene” Guidi, del “Negro” Daponte, de “Pepe” Nazionale y “Mandrake” Lugo, así como otras estrellas que formaron aquel conjunto de “paladar negro”, fueron los ídolos de todos los chicos, incluyéndolo a él. Debutó en Primera División de muy jovencito cuando aquellos monstruos se apagaban y aparecía otra generación de jugadores notables que también hizo historia y que conservaba el mismo estilo bello y hermoso, como los “Albañiles” Ángel Silva y Bernardo Acosta o el exquisito Juan José De Mario. Por algunos años brilló en España y cuando regresó nuevamente al país comenzó otra etapa en el recuerdo como director técnico de su querido Club Atlético Lanús. Lo coronó a la gloria como Campeón del Fútbol Argentino iniciando así, la etapa del club que otros continuaron más adelante y transformando al “equipo de barrio más grande” en uno de los “grandes equipos de Primera” como lo es en la actualidad. Su buena estrella lo acompañó en los negocios y sobre todo en la felicidad de una familia ejemplar con Noemí, su esposa y sus hijos Ramiro y María Belén, ambos profesionales. Su paso a la vida eterna coincidió con otro hito de la historia granate: la disputa de la final de la Copa Libertadores de América. Su nombre, ya la mayoría lo adivinó: sí, Ramón Cabrero Hoy, como homenaje, la famosa esquina del enorme Estadio de Fútbol de Lanús y su Ciudad Deportiva lo recuerda en sus calles de Cabrero y Guidi. 

                                                              Leonardo Saphir saphirleonardo@gmail.com

   (El agradecimiento del autor a amigos,de la infancia de Ramón por sus recuerdos: Escribano Julián Segura, doctor Juan Pedro del Oso y otros socios del Club General Paz.)