lunes, 26 de abril de 2021

Somos peronistas. La ganancia está en sumar


por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com

Séptima nota

   Todos sabemos que Perón murió hace cuarenta y seis años. Yo tenía en aquel tiempo treinta y seis años de edad y dieciocho de militancia política y sindical. Es decir que, en el territorio de la actividad política, llevaba tantos años como los que había pasado el general en el exilio. De modo que conocía, por haberla vivido, gran parte de la historia del Movimiento Peronista. Quienes nacieron en fecha cercana al fallecimiento de Perón hoy andan orillando los cincuenta. De manera que las personas nacidas en 1974, cuando cumplieron sus cuatro años fue el momento en que ingresaron al jardín de infantes, si sus familias tuvieron posibilidades de que lo hicieran. Por lo tanto, al mismo tiempo que iniciaban su experiencia escolar, escuchaban a sus padres y vecinos festejar los goles de Kempes, Luque, Bertoni y las atajadas de Fillol en el campeonato mundial realizado en 1978. Por entonces sufríamos una dictadura brutal, miles de compañeros eran torturados y asesinados en las catacumbas donde los verdugos, en los centros de horror, manejaban a su antojo los dominios de la muerte. Aquellos niños, ya con seis añitos, durante esa misma dictadura, en 1980 entraron a la escuela primaria. Mientras cursaban ese ciclo ocurrió la guerra de Malvinas y más tarde, cuando llegaron otros vientos, vieron por televisión la llegada de Alfonsín y entonces presenciaron la algarabía radical. Tal

vez, algunos aún recuerden los cantitos entonados por quienes creyeron que ciertas cosas no tienen fin:“Ojo con tocarlo a Alfonsin/ lo banca el pueblo/ por eso señor presidente/ decimos presente por cien años más”. Así cantaba la muchachada radical agitando banderas rojas y blancas, convencidos de haber acabado definitivamente con la, para ellos, molesta presencia del peronismo en la escena nacional. El fervor “democrático” duró lo que dura un suspiro. Ciertos entusiasmos, en determinados sectores de nuestra sociedad, suelen ser como las tígridas: florecen y mueren en un día. Al alfonsinismo de la primera etapa de su gobierno constitucional hay que reconocerle algunos logros importantes, sería injusto no hacerlo. Pero es innegable que a poco andar el radicalismo fue un barco sin rumbo que hizo agua por todos lados. El gobierno liderado por el Dr. Raúl Alfonsín comenzó a declinar luego de su derrota en el Senado de la Nación en marzo de 1984 al tratarse la denominada Ley de Reordenamiento Sindical, o “Ley Mucci”. Se agravó su decadencia con los acontecimientos de Semana Santa de abril de 1987 cuando se produjo el alzamiento de los militares “carapintadas”. Su debilitamiento se profundizó a finales de ese año cuando el peronismo cafierista ganó la gobernación de la provincia de Buenos Aires en el mes de diciembre. A esa altura, los chicos nacidos en 1974, cumplieron 13 años. No conocíeron a Perón, presumo que recordaban las caras de los militares genocidas y que les quedó para siempre grabado en su memoria el rostro demudado de Alfonsín renunciando frente a las cámaras de televisión antes de finalizar su mandato. Con seguridad, durante su preadolescencia esos pibes no escucharon hablar bien de los milicos. Tampoco de don Raúl, que había dejado al país en estado crítico sufriendo los efectos de una inflación descomunal. Los jovencitos fueron creciendo y en su camino hacia la adultez se fumaron la desgracia menemista, el desastre de la alianza radical frepasista, el disparate de cinco presidentes en una semana , la transición duhaldista y en 2003, ya con 29 años sobre sus espaldas confiaron en un santacruceño que apareció descontracturado, canchero y diferente. Lo percibieron sincero y valiente. Votaron con ganas contra Menem y así ayudaron a que Néstor Kirchner sea elegido presidente de la República Argentina. Acertaron. Muchos de esos treintones tenían pocas noticias de aquel glorioso 17 de octubre, de “las patas en la fuente”, del coronel preso en octubre de 1945 y presidente en febrero de 1946. Pero ese 25 de Mayo de 2003 escucharon con sus oídos y vieron con sus propios ojos que ese grandote despeinado, con la banda presidencial puesta (o no) aseguró que no dejaría sus convicciones a las puertas de la Casa de Gobierno. También observaron que el flamante presidente no apostrofó como lo hiciera aquel inmenso orador, Raúl Alfonsín, en 1983 desde el balcón del Cabildo. Este flaco se zambulló, como festejando un gol, en ese inmenso y hermoso mar de compañeros transpirados, con olor a pueblo, compartiendo el momento a puro abrazo, con un tajo en la frente por haber cabeceado una cámara de TV. Lo vieron y sintieron como uno de ellos, como uno más entre la muchedumbre. A los tres días de haber asumido la presidencia de la Nación, Kirchner viajó sorpresivamente a Entre Ríos, firmó un acta acuerdo con los gremios docentes, permitió la reanudación y normalización de las clases terminando con una larga huelga que se venía desarrollando desde el principio del ciclo lectivo. A los pocos meses se le paró de manos a los militares que hasta ese momento parecía que se comían las vacas crudas, frente a cientos de ellos guapeó de lo lindo y días más tarde, al mismísimo comandante en jefe del ejército, en dependencias del Colegio Militar le hizo descolgar los cuadros con los retratos de los genocidas. Así puso las cosas en su lugar. Recuperó la autoridad presidencial que sus antecesores habían perdido. Con sólo esas demostraciones el tipo dio muestras de coraje y no dejó dudas respecto a quien ejercía el mando en la Argentina. Bien. En aquel nuevo amanecer, para muchos que eran peronistas sin haber conocido al sabio General, Néstor Kirchner fue el Perón del siglo veintiúno. Lo demás es historia super conocida por todos. Por jóvenes y viejos. Durante siete años la figura de Néstor se fue acrecentando. No aflojó un sólo minuto en su pelea contra los poderosos. Siete años. El mismo tiempo que tuvo Eva para realizar su grandiosa obra (1945-1952) Cosas del peronismo. Néstor se fue. Quedó el peronismo, quedó el kirchnerismo. Ser peronista es ser kirchnerista ¿Por qué no? A lo largo de la historia del peronismo cada vez que apareció un liderazgo sobresaliente, nos haya gustado o no en el adentro peronista, las grandes corrientes que acompañaron esos liderazgos quedaron asociadas , mediante el “ismo”, al nombre de quienes las condujeron: Peronismo por Perón, cafierismo por Cafiero, menemismo por Menem y kirchnerismo por Kirchner. Nadie nunca le negó su peronismo a don Antonio Cafiero y a Carlos Menem. ¿Por qué negárselo a Kirchner? ¿Por que decir que el kirchnerismo no es peronismo? ¿Quien tiene tanta autoridad moral y política como para otorgar o rechazar identidad a quienes adhieren a una importante corriente del espacio peronista?

   Los tiempos cambian. La base filosófica está. Los nuevos actores tienen todo el derecho de enriquecer el libreto. Nuestra Argentina y el resto del mundo demandan nuevas respuestas, procedimientos modernos para resolver los problemas actuales y al peronismo le vienen bien las nuevas inteligencias y voluntades que deben ser aprovechadas sin desperdiciar el aporte de quienes teniendo una larga y rica trayectoria aún conservan hilo en el carretel. Hay que lograr una síntesis. Veamos la realidad y comprobaremos que es posible realizarla. No son pocos los veteranos peronistas que todavía conservan voluntad y vigor para seguir luchando. Y hoy, afortunadamente, dirigentes jóvenes con mentes muy abiertas ocupan lugares importantes en el peronismo. Axel Kicillof, Cristina Alvarez Rodriguez, Verónica Magario, Santiago Cafiero, Máximo Kirchner y muchos más que tienen entre 40 y cincuenta años, a Perón lo vieron y escucharon en fotografías, películas o videos. Salvo alguna escaramuza callejera más o menos deportiva o algún entrevero estudiantil no sufrieron los sacudones de las épocas bravas. Pero seguramente comprenden que la ganancia está en sumar, que de los militantes que vienen de lejos hay mucho que aprovechar y que en la fuente de ideas del Justicialismo histórico existe abundante riqueza. La unidad de todos es fundamental. A nadie escapa que aquí y en el resto del mundo vamos de mal en peor y que no será posible remediar los males que nos aquejan si no se cambia el sistema perverso, corrupto y explotador que está destruyendo a la humanidad. Tampoco se ignora que los cambios profundos, la modificación de las estructuras en un país pueden ser realizados, únicamente, por la acción de las masas y que el peronismo, en tanto expresión política continente de gran parte de nuestras masas no debe ser una organización anquilosada. Antes bien se impone la necesidad de actualizarlo, agilizarlo y proyectarlo hacia el futuro rescatando y reafirmando lo mejor de su historia.

   En nuestro Lanús la tarea que nos espera es enorme. A la experiencia y vocación de servicio de quienes hemos permanecido leales a nuestras conducciones y a nuestros ideales hay que sumarle la vitalidad y el compromiso de las nuevas voluntades peronistas que se acercan para reforzar nuestra acción por la reconquista del gobierno municipal. La unidad debe ser bandera. Los gestos de grandeza una práctica cotidiana. Esperemos que así sea.

   (*) De Iniciativa Socialista