miércoles, 11 de agosto de 2021

“No nos une el amor sino el espanto"

por Julio Edgardo Sanz

El ya mítico Jorge Luis Borges, hubo de referirse no sin cierto dejo de certeza, a alguna característica citadina en la frase que titula la nota. Lo hizo obviamente en relación a Buenos Aires, pero creo que su definición no sólo fue exacta sino que geográficamente excedía límites, porque su aplicación no se limita al ámbito porteño sino que nos abarca a todos los argentinos.

Corriendo atrás de quimeras, de ilusiones inducidas por viles ávidos de turno de poder y de riquezas, de pantallas progres o reaccionarias mas al fin similares a los gestores anteriores, dejamos de vivir para debatirnos en un purgatorio más cercano al averno que a un supuesto cielo inexistente.

    Nos unimos detrás de argumentos baladíes como reclamos meramente sectoriales o corporativos, o vidriecitos de colores como un mundialito armado "para la gilada", el día de o el otro día del pretendiendo ser afectivos, o cuando nos "tocan el traste" propio, mas no el del vecino, sin merituar que a su vez cada "yo" a su vez somos vecino del "otro". Nos siguen atando la cabecita, como rebaño porque somos sociocultural mente "fáciles" de arriar, porque ese puto "crisol de razas" de aquella europeizante generación del ‘80 no nos dejó terminar de

criarnos (no crearnos...) como como dijera un cada vez más olvidado José de San Martín: "Como los indios y en pelotas".

He hablado muchas veces de nuestro complejo de "inferioridad inverso", y creo que quizás sea nuestro peor defecto como argentinos. Inverso porque pensamos siempre que nos merecemos más, que valemos más, que somos los mejores del mundo en todo, que nos hacen trampa, que nos joden, sin darnos cuenta que dicha actitud consuetudinaria y arraigada mayoritariamente con ausencia de autocrítica, nos sume luego en angustias y sensaciones de insatisfacción compartidas.

De allí y de esa suerte de "bipolaridad social" sin dudas endémica, pasamos de la agonía al éxtasis y viceversa, destruyendo en un instante todo aquello que hubiésemos podido construir en conjunto, solidaria y "gauchamente", porque inexplicablemente todavía nos surge el gaucho argentino que todos llevamos dentro.

Porqué no volvemos a sacar como decía, el gaucho que cada uno de nosotros llevamos, cada día, en cada barrio, en cada escuela, en cada trabajo.

 Porqué sucumbimos ante la tentación de sacar ventaja o ventajita, y en eso los argentinos somos experientes, y no lo hacemos ya que tenemos esa "virtud" a nivel internacional, donde las reglas del juego no son precisamente las de la equidad y lo justo precisamente, sino las de la fuerza el poder de las armas y la explotación? Aunemos inteligencias, porqué no picardías porque lo somos nos guste o no, y esfuerzos no para jodernos entre nosotros, sino y no digo joder a los de afuera, sino al menos procurar que no nos jodan?

Quizás me equivoqué en mi pasado cuando a pesar de ser manifiestamente opositor a gobiernos militares, hube de presentarme como voluntario para luchar en Malvinas, pero mi pensar y sentimiento en relación a la vileza foránea iba por encima de mi encono respecto a los castrenses vernáculos. Quizás me equivoque ahora respecto al pensar que tenemos que pagarles como ellos quieren a los de afueral, pero ello no obsta a merituar que sus pretensas no solo son desmedidas sino espúreas, aunque fuesen gestadas en complicidad con algún cipayismo propio. ¿Qué ocurriría si los argentinos demostrásemos que estamos unidos ante la adversidad, que ante el abuso extranjero estamos dispuestos incluso a pasar aún por mayores adversidades, y renunciar a algunas comodidades, y a volver a darnos la mano para aguantar la embestida? ¿No subiría nuestra credibilidad, no cesaría un default técnico como se dice ahora, no volveríamos a ser una nacíón señera cultural y económicamente en Latinoamérica?

 Pensémoslo, va a costar, pero no es imposible, personalmente estoy dispuesto y a pesar de mis raptos revolucionarios pretéritos, terminar entendiendo que a pesar de ser malo el sistema democrático, es el menos peor por ahora. Y que no solo debemos marcar cada acto de corrupción e inequidad, sino unirnos en acciones y no solo en declamaciones. Y que ante el ataque extranjero, no sirve dividirnos y atacarnos entre nosotros, sino cerrar la puerta, ventilar nuestros trapitos sucios entre nosotros solamente, y volver a salir a la palestra mundial como una entidad y coherente de nación y pueblo, y no como un inca descuartizado.

    (*) Abogado lanusense