miércoles, 12 de diciembre de 2012

Sobre las ratas que cambian de piel


por Daniel Ledesma*

No creo en casualidades, sino en causalidades, y de un tiempo a esta parte vienen sucediendo cosas que realmente son de alto impacto; hechos que desgraciadamente no son producto del azar, sino que son producto del gatopardismo político de estos tiempos, ése gatopardismo que vino a cambiar todo, para no cambiar nada.
El fallo que deja sin justicia a Marita Verón, no sólo es responsabilidad de la justicia; esa que el “relato K” aprovecha oportunamente para golpearla. También es responsabilidad de los demás órganos del estado, que hacen la vista gorda al problema.  Porque no seamos hipócritas, en el tema de tratas de personas y violencia de género, hacen la vista gorda los funcionarios nacionales, provinciales y municipales, desde mirar para otro lado en los pasos fronterizos y no controlar nada, hasta habilitar locales maquillados de cabarets o whiskerías -en Lanús tenemos varios ejemplos de esto- conociendo el verdadero uso que se le va a dar a esos lugares. No hay verdadera vocación política de combatir el flagelo, hay connivencia estatal, cuando saben que es una caja de recaudación de gente que en teoría debería combatir el delito, y no toman la decisión de intervenir en el meollo de ése problema. Son responsables también los demás organismos cuando en provincias postergadas como Tucumán, los Miranda, los Alperovich o los Gildos Insfrán no generan políticas públicas que permitan una verdadera igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos y ejercen un poder feudal donde el brazo del poder es tan largo que toca hasta la justicia, que es lo que ocurrió en Tucumán.
Tanto gatopardismo, tanta hipocresía escondida en el “relato” comienza a hastiar, y el hastío comienza por casa: No podemos seguir mirando a otro lado y dejar como si nada que el intendente levante la bandera de los Derechos Humanos y a la vez se haga el boludo
anteponiendo negocios inmobiliarios que beneficien al clan familiar por sobre las víctimas de la dictadura.
Y vuelvo a lo de casualidades y causalidades (circuito Camps–Campomar–Etchecolatz–Negación). Campomar a referencia de testigos, víctimas de la última dictadura militar era parte del circuito Camps; Etchecolatz fue parte del engranaje sangriento de esa maquinaria. Una pregunta para el intendente: ¿Es casualidad o causalidad que pueda tener como funcionaria a una viuda de un colaborador directo de Miguel Etchecolatz?  En un esquema de doble discurso no sería para nada raro; y hasta podría entenderse que no sólo por dinero se bajan las banderas, sino por convicciones escondidas en el closet. 
 Repugna estimado intendente verlo hablar contra la violencia de género y trata de personas cuando a “una cuadra y media” de su casa en Lanús, sobre la misma calle, en Piñeiro 14, el año pasado, había mujeres encerradas de países limítrofes indocumentadas, que sufrían los peores escarnios. ¿No sabía eso señor intendente, o como de costumbre es el último en enterarse?
Siguiendo la misma línea, también sería bueno que se ponga al frente de la investigación de uno de los casos más emblemáticos a nivel nacional sobre violencia de género ocurrido en el distrito y no hacerse el distraído, y en lugar de pintar de violeta hasta el Puente Arenas, comience accionar y pare de hablar, porque uno de los problemas que nos aqueja a nivel nacional es la inflación monetaria, y en lo local es la “inflación palabraria” del intendente que se devalúa cuando dice una cosa y hace otra (o directamente nada) o cuando boquea contra el gobernador de Buenos Aires con agravios que llegan hasta la discriminación personal.
   (*) Ex director municipal de Políticas Sociales y ex "primer soldado" de Darío Diaz Perez