lunes, 1 de agosto de 2022

Sergio Massa: ¿Planta perenne o flor de un día?


por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com 

   Y... ante los poco más de cuarenta días de Daniel Scioli como ministro de Desarrollo Productivo y los quince días de Silvina Batakis como ministra de Economía, uno tiene derecho a preguntarse si Sergio Massa, designado como “superministro”, permanecerá algún tiempo en funciones o será otro “toco y me voy”. En medio de semejante revoltijo político están abiertas de par en par las puertas del territorio donde se dan cita la imaginación, los delirios y las insensateces. Todo, hasta lo más insólito, puede ocurrir en estos días de incertidumbre, de mediocridad y de inmoralidades.

   Algo es seguro. Aquí toda la dirigencia es responsable del mayúsculo desorden que reina en los distintos niveles donde nuestros representantes tienen responsabilidades políticas. Son responsables de tanto dislate los que votamos en 2019 y en 2021, asimismo quienes han desperdiciado un tiempo precioso en peleas intestinas absurdas, y también los que en lugar de producir hechos que faciliten la vida de los argentinos pasan sus días regando las propias macetas o haciendo dedicación exclusiva a las “roscas” de la politiquería barata. Mientras los aciertos de los nuestros no abundan y se emplean muchas horas dando de comer a las fieras, lo que se dice oposición, con total descaro, siembra falsedades y se relame presintiendo que su camino de regreso al poder, por la ineptitud del oficialismo, se va despejando fácilmente. Lo real y preocupante es que para 2023 falta cada vez menos, que el

Frente de Todos no consigue “hacer pie”, que para la mayoría de nuestro pueblo la vida es cada día más dura, que el macrismo y sus aliados nos golpean a diestra y siniestra y se la llevan de arriba, que nuestro gobierno se sigue bancando todo tipo de provocaciones sin hacer valer su autoridad ni demostrar capacidad de respuesta y que el Partido Justicialista, nuestro partido, no despliega la acción que debería desplegar en estos momentos de crisis profunda. Así es que el malhumor de la gente se ha hecho carne a lo largo y ancho de nuestra castigada Argentina, especialmente dentro del Frente de Todos. De ninguna parte surgen hechos concretos que puedan traernos un poco de tranquilidad y certidumbres.

   En el seno de la sociedad existe un descreimiento pocas veces advertido en las últimas décadas. Muchos compatriotas sienten que están a la intemperie y mastican bronca, sin saber “qué trole hay que tomar para seguir”. Las ilusiones del 2019 van quedando deshechas en las arenas de playas sin esperanzas. Pero la Argentina es la Argentina y nunca ha de faltar un rollo de alambre para atar algo en determinada emergencia. O alguien con fama de goleador para hacerlo entrar a la cancha faltando diez minutos para el final perdiendo dos a cero. La esperanza nunca es vana decía el viejo Borges.

   Así es que entre tironeos, patadas en los tobillos y chamuyos de trasnoche lo pusieron en pista a Sergio Massa con la chapa de “superministro”. Hasta estos días Massa ocupaba un cargo no menor: Presidente de la Cámara de Diputados de la Nación. O sea que cumplía con un rol principal que, al mismo tiempo, le permitía estar tercero en la línea de sucesión presidencial si Alberto volcaba y Cristina no quería o no podía asumir. De allí, pasar a ser un fusible –todos los ministros lo son– suena un poco raro. De manera que en esto de agudizar la imaginación, no es descabellado conjeturar que el tigrense tiene alguna carta en la manga y cuenta con algún apoyo importante a nivel internacional que lo ayude a pisar más o menos fuerte frente a los poderosos de verdad. Siempre se ha dicho que Massa tiene buena llegada a la embajada de EEUU e inmejorables relaciones con encumbrados capitostes del imperio. ¿Chi lo sa?

   El nuevo “superministro “ de Economía tiene apenas cincuenta años. Nació en 1972. Se inició en la actividad política en su adolescencia afiliándose a la UCD de Alvaro Alsogaray, la Unión del Centro Democrático, partido de derecha que allá por 1990 fue carne y uña con el menemismo. Es de suponer que el ex diputado y ahora ministro no siente por el peronismo lo que sentimos algunos gerontes que militamos en las filas justicialistas desde nuestra más tierna juventud. O lo que sienten aquellos y aquellas que llenaron calles y plazas con banderas de progreso y fervor revolucionario en el tiempo en que Sergio nació.

  Tampoco lo conmoverá el verbo encendido de Eva ni la épica de las resistencias peronistas. Para él, cuando fue estudiante en la Universidad de Belgrano, todo eso pudo ser un conjunto de malas palabras. Para él, probablemente, sea un  pasado que debe quedar sepultado en el olvido.

  Las cosas han sido como fueron y ahora son como son. Fue eficiente funcionario en tiempos de Néstor y de Cristina, también adversario duro en cierto momento. Supo construir una importante parcialidad política: el Frente Renovador, en el cual militan importantes figuras peronistas y hoy forma parte del gobierno que nosotros apoyamos. O sea nuestro gobierno. Si su gestión es exitosa, la figura de Nicolás Russo, integrante del FR y aspirante a la intendencia de Lanús, quedará fortalecida. Veremos.

  Por supuesto que Sergio Massa, de ahora en más, no transitará por terrenos lisos. Para unos es y será una esperanza, para otros es y será un hombre de la derecha que contribuirá a la liquidación del peronismo. Ojalá le vaya bien para que nos vaya bien a todos. De peores hemos salido. Y como dijo Martin Fierro: “Para conocer a un cojo lo mejor es verlo andar”.

   (*) De Iniciativa Socialista