martes, 17 de marzo de 2020

Fracasó la provocación del campo

por Omar Dalponte*

omardalponte@gmail.com

La chirinada campestre fue un fracaso total. Lo anticipamos. El odio los ciega y es tan grande la ceguera que ni siquiera pueden apreciar que desde el 2008 hasta hoy han pasado doce años, que el país y el mundo no son iguales que en aquel tiempo y que las condiciones políticas son muy diferentes.
Hoy las patronales agrarias no cuentan con la complicidad de un vicepresidente traidor como fue el radical Julio Cleto Cobos y gran parte de la sociedad rechaza cualquier especulación que pueda hacerse,en un país hambriento, con insumos que tienen que ver con la alimentación. La imagen presidencial está en franco crecimiento. El doctor Alberto Fernández se afirma en el escenario nacional con vocación de diálogo pero también con mucha firmeza; este es un gobierno que fue electo recientemente por amplia mayoría y a la gente no le agrada que sectores minoritarios entorpezcan el normal desarrollo de una gestión que recién empieza. Además, entre otras cosas, el pueblo ve con muchísimo desagrado que mientras comienza a jaquearnos una epidemia que tiene en vilo a todo el mundo, una banda de estancieros millonarios revoltosos, militantes del neoliberalismo, pretenda alterar la tranquilidad pública. Alborotadores que ponen por delante su condición de productores pero accionan políticamente respondiendo al macrismo. Prueba de ello es que Mauricio Macri, en una de sus tantas payasadas, apareció frente a un grupo de seguidores trepado a un tractor que ni siquiera sabe como se pone en marcha.
Fracasaron. Y la sacaron barata. Porque los ánimos, en las bases de ciertos sectores populares dispuestos a evitar los atropellos campestres, no estaban como para bancar la prepotencia patronal. Seguro. Así como cuando la ferocidad del macrismo se hizo sentir con
total intensidad sobre las espaldas de los más pobres propusimos la desobediencia civil, cosa que volveríamos a proponer de repetirse una situación similar, ahora que nadie se extrañe si ante un avasallamiento de los ruralistas invitáramos a los trabajadores a ocupar establecimientos agropecuarios. No sería la primera vez que ello ocurre en nuestra dolorida Argentina.
Este gobierno, por ser peronista, debe estar profundamente comprometido con el pueblo. La historia del peronismo lo obliga a convertir este tiempo en un momento fundacional porque, seamos sinceros, independientemente de haber vivido etapas mejores que otras, las estructuras principales del sistema capitalista están intactas y mientras ello siga así no habrá solución posible a los gravísimos problemas de nuestro país. No estamos planteando en tono delirante la realización del socialismo aquí y ahora, pero sí advertimos que los años pasan y que los parches al sistema, aún en los mejores turnos de gobiernos constitucionales posteriores al primer peronismo (Cámpora, Perón, Illia, Isabel Martinez, Néstor Kirchner y Cristina Fernández) no resuelven la situación de necesidad crónica de los más humildes ni nos colocan en el concierto internacional de acuerdo al potencial que tenemos como Nación.
No podemos permitirnos seguir eternamente con dos dígitos de desocupación, con millones de viejos sufriendo hasta lo indecible, con el hambre como un suplicio instalado para siempre entre los pobres, con ejércitos de miserables arrojados en las calles y al mismo tiempo con señores terratenientes creyéndose dueños de la Argentina, con delincuentes del mundo de la política y de las altas finanzas que viven del robo, de la usura, que de tanto en tanto nos endeudan, nos asfixian, nos hunden en el atraso y después como si nada andan por la vida con total impunidad gozando de lo que han saqueado. Un sólo par de ejemplos: lo que ha hecho Macri con el dólar aumentándolo 800 por ciento es claramente criminal. Su responsabilidad directa, en complicidad con sus ministros y demás esbirros, de meternos hasta el cuello en una deuda imposible de pagar es de una gravedad mayúscula. Y ahí andan el y sus secuaces paseando por el mundo.
¿No es hora de abrir los ojos y tomar coraje para, desde el seno del pueblo, plantear con sentido constructivo una reforma constitucional a fin de concluir definitivamente con los privilegios de pocos en perjuicio de millones de seres?
¿No habrá llegado el momento de decidirnos a terminar de una vez y para siempre con quienes hacen de la política un medio de vida llenándose los bolsillos con sueldos fabulosos y coimeando a diestra y siniestra mientras millones de argentinos no comen?
Pasan los gobiernos y aunque unas veces estemos un poco mejor que otras nunca alcanzamos a tener una calidad de vida adecuada, estable y duradera.
¿No estaremos en el punto de la historia -justo- en que deberíamos decidirnos a romper los viejos moldes de la partidocracia sucia e imaginar y realizar nuevas formas de construcción política? Décadas y décadas, como los burros en la noria, los argentinos dimos vueltas y vueltas permaneciendo siempre en el mismo sitio. Para un país no avanzar es retroceder. Y retroceder es caer en el peor de los infiernos.
Hay una base política y social desde la cual si se desechan los egoísmos y se procede con grandeza e inteligencia es posible hacer de la Argentina un país poderoso y justo: el Peronismo. Haber recuperado el gobierno derrotando al macrismo holgadamente en las elecciones no es poca cosa. Esto quiere decir que aún, en el pueblo, hay una reserva moral que sigue confiando en la expresión política que, indiscutiblemente, permitió los mejores días en determinados períodos de los últimos setenta y cinco años. Ahora, en el transcurso de un turno completo que tiene por delante para gobernar, el peronismo actual estará obligado a jugar sus cartas más fuertes y demostrar que es digno heredero de su gran historia. Es más: o se juega entero en esta nueva oportunidad que el pueblo le ha dado mediante el voto y se anima a llevar adelante una acción transformadora, o estará condenado a convertirse en un partido liberal al que los monopolios pondrán a su servicio transformado en estropajo como como hicieron con el radicalismo.
En los caminos hacia los nuevos horizontes que alguna vez asomarán en nuestro país y en el mundo, deberemos encontrarnos más temprano que tarde la mayor cantidad de militantes justicialistas que estamos hartos de las roscas partidarias y de las componendas en círculos cerrados. Hoy es sumamente importante cuidar a nuestro gobierno encabezado por Alberto Fernández y Cristina Fernández como es igualmente imprescindible apoyar y acompañar activamente a Axel Kicillof y Verónica Magario en la Provincia de Buenos Aires. Cuidemos y apoyemos a nuestros gobernantes peronistas, sin dudas. Pero también exijamos, dentro de lo razonable, voluntad y coraje para encarar soluciones de fondo que nos saquen para siempre del atraso y de las prácticas políticas aviesas.

   * De Iniciativa Socialista