jueves, 28 de agosto de 2025

¿La policía puede funcionar en este estado caótico de las cosas?


 Jorge Aquino*

¿La seguridad y la policía caminan juntas?

 Nos preguntamos esto porque si esto es lo que debería ser, entonces entendemos porqué el tema que tanto nos preocupa anda rengo. Empecemos por una cosa llamativa que no era nada habitual: que la oficina del comisario esté sucia, desordenada, con papeles tirados. En las comisarías hay baños sin lamparitas, sucios, sin papel, sin baño para mujeres. No se ocupan de cambiar una chapa en el techo que se llueve, ni de la humedad en las paredes, ni los hongos y el ambiente malsano que cuando llueve provocan los líquidos cloacales que fluyen, y esto si se quejan porque les toca un servicio en las canchas y tienen que estar 4 horas parados.  Cuando se encuentran con que el patrullero no tiene nafta (más que habitual) no aportan para que le pongan 10 litros y salvar la situación sino que dice: "Hagan un informe que no se cumplió tal tramite porque no teníamos nafta". En otras épocas no tan lejanas el comisario recorría las oficinas y estaba al tanto de todo lo que ocurría y se interesaba por cada paso en la comisaria, pero hoy entran casi sin que se los advierta, se encierra en su despacho y se van con la misma sutileza e intrascendencia. Es una actitud generalizada que le cabe a la mayoría. Una absoluta falta de sentido común. No hace falta ser muy leído ni tener mucha escuela para entender que un mueble roto hay que repararlo, que no podemos trabajar con una computadora que recalienta y necesita un ventilador al lado, que si se quema una lamparita hay que cambiarla, que se necesitan elementos de limpieza, papel higiénico,

bolsas de basura, y que si se pincha una goma del patrullero hay que repararla para que no quede parado.

Y siguen y siguen los problemas, ¿y le pedimos seguridad a la policía? ¿Acaso nos preguntamos si quienes trabajan en estas condiciones pueden cumplir sus funciones?

Y entonces hoy el peso de la inseguridad pasa por la intendencia, es el intendente quien maneja la seguridad y no con los móviles ploteados que no sirven para nada: maneja la seguridad porque se le llevan carpetas al fiscal de diferentes malandras. Y primero se revisa quiénes tienen vínculos políticos y contra esos no se actúa, y si se ven obligados por las circunstancias, los comisarios hablan con el intendente y lo ponen al tanto, y cuando ocurre el allanamiento no aparece nada y el tema se cae o minimiza. Esa supuesta seguridad local no sirve para nada. Uno de esos móviles parado en zona céntrica y hablando con los motochorros no ayuda en nada y que no se le ocurra a algún vigilante el hacerlo notar porque llama al jefe de seguridad y su carrera murió.

Estas cosas que parecen un horror o una película de terror son las cosas cotidianas. Y no  es extraño que algún viejo conocido de la policía aparezca manejando un móvil de seguridad local. Sería muy interesante que se investiguen los antecedentes de todos ellos y con seguridad surgirán algunas novedades notables. Estas son temas conocidos en la institución. Están en boca de muchos pero obviamente no hablan porque serian perseguidos, tema habitual no sólo en la policía sino en otras reparticiones como la educación. Alli también ocurren situaciones que no se hacen públicas por un régimen de persecución hacia cualquiera que no comulgue con lo que el poder pretende.

El sistema está colapsado. Veamos: hace 10 años había 80.000 hombres en la policía de la provincia, y en cada comisaria había 20 vigilantes por turno.  Hoy hay tres: el comisario un oficial y un agente, y revistan 150.000 hombres en la policía. Entonces la gente va a denunciar un hecho a la comisaría, qué respuesta puede tener, la comisaria no dispone de móviles y si los tiene hay que ver si anda, debe llamar al Comando de Patrullas y esperar a que venga, si es que viene.

Antaño cuando ocurría un hecho, el policía se comunicaba con el juzgado y se presentaba el fiscal o incluso el juez con su gente y actuaba de inmediato, fuera la hora que fuera. Hoy si se lo llega a llamar fuera del horaria de tribunales contestan: "Mándeme mañana los papeles", y no hay urgencia que valga. Y algunos fiscales tienen tal destrato con los policías que optan por no llevarle nada. Todo ocurre con una complacencia de la política,

Hay algo entre pintoresco y patético. Escuchamos a famosa legisladora decir que antes los gatos andaban por los pasillos del Congreso, y hoy son legisladoras y están en las bancas. Esto trae a cuento un tema muy conocido en el ambiente policial. Se cuentan casos donde fueron a reventar un prostíbulo y resulta que las chicas son todas amigas del poder, que luego las ven en las fotos de campaña y que normalmente al otro día ya están de vuelta trabajando para el "fiolo". Cómo no darle la razón a la legisladora si vemos de donde salen algunas militantes encumbradas.

Con todas sus fallas la policía era parte de la comunidad. Tenía tenia cierto reconocimiento que hacía su vida más llevadera. Memoriosos recuerdan que era habitual un par de docenas de facturas para desayunar y pizza para cenar. Muchas veces se cocinaban, hoy no saben ni hacer unos fideos con aceite y comen algún pan que otro dejó porque lo compró y no lo terminó. Antes la comisaria podía dar respuesta a lo que la gente pedía pero hoy no tiene ni gente ni medios. Se habla mucho del frio pero el poncho no aparece.

Y podemos de hablar de las cámaras de vigilancia: ponen a operar a un vigilante recién salido del curso que no conoce ni los códigos de la radio y su utilidad es relativa porque a veces mete las manos el poder esa cinta nunca aparece. Entendamos lo mal que estamos. La corrupción no acaba en los dineros públicos que se robaron, sino peor aún: es la degradación de las instituciones. Antes había un sentido de pertenencia que llevaba a cada uno a tratar de hacer lo mejor para esa institución, pero eso desapareció. Cada uno es una isla y sólo se interesa en su beneficio y con muy pocos limites,. Es una cultura asentada por veinte años y superar este estado de cosas será una tortilla donde se van a romper muchos huevos.

   (*) El autor es profesor y periodista