Jorge Aquino*
¿La seguridad y la
policía caminan juntas?
Y siguen y siguen los problemas, ¿y le pedimos seguridad a
la policía? ¿Acaso nos preguntamos si quienes trabajan en estas condiciones
pueden cumplir sus funciones?
Y entonces hoy el peso de la inseguridad pasa por la
intendencia, es el intendente quien maneja la seguridad y no con los móviles
ploteados que no sirven para nada: maneja la seguridad porque se le llevan
carpetas al fiscal de diferentes malandras. Y primero se revisa quiénes tienen
vínculos políticos y contra esos no se actúa, y si se ven obligados por las
circunstancias, los comisarios hablan con el intendente y lo ponen al tanto, y cuando ocurre el
allanamiento no aparece nada y el tema se cae o minimiza. Esa supuesta
seguridad local no sirve para nada. Uno de esos móviles parado en zona céntrica
y hablando con los motochorros no ayuda en nada y que no se le ocurra a algún
vigilante el hacerlo notar porque llama al jefe de seguridad y su carrera
murió.
Estas cosas que parecen un horror o una película de
terror son las cosas cotidianas. Y no es extraño que algún viejo conocido
de la policía aparezca manejando un móvil de seguridad local. Sería muy
interesante que se investiguen los antecedentes de todos ellos y con seguridad
surgirán algunas novedades notables. Estas son temas conocidos en la
institución. Están en boca de muchos pero obviamente no hablan porque serian
perseguidos, tema habitual no sólo en la policía sino en otras reparticiones
como la educación. Alli también ocurren situaciones que no se hacen públicas
por un régimen de persecución hacia cualquiera que no comulgue con lo que el
poder pretende.
El sistema está colapsado. Veamos: hace 10 años había 80.000 hombres en la policía de la provincia, y en cada comisaria había 20
vigilantes por turno. Hoy hay tres: el comisario un oficial y un agente, y revistan 150.000 hombres en la policía. Entonces la gente va a denunciar un hecho a la comisaría, qué respuesta puede tener, la comisaria no dispone de móviles y si los tiene
hay que ver si anda, debe llamar al Comando de Patrullas y esperar a que venga, si es que viene.
Antaño cuando ocurría un hecho, el policía se comunicaba con el
juzgado y se presentaba el fiscal o incluso el juez con su gente y actuaba de
inmediato, fuera la hora que fuera. Hoy si se lo llega a llamar fuera del horaria de
tribunales contestan: "Mándeme mañana los papeles", y no hay urgencia que valga. Y algunos fiscales tienen tal destrato con los policías que optan por no llevarle
nada. Todo ocurre con una complacencia de la política,
Hay algo entre pintoresco y patético. Escuchamos a
famosa legisladora decir que antes los gatos andaban por los pasillos del Congreso, y hoy son legisladoras y están en las bancas. Esto trae a cuento un
tema muy conocido en el ambiente policial. Se cuentan casos donde fueron a
reventar un prostíbulo y resulta que las chicas son todas amigas del poder, que
luego las ven en las fotos de campaña y que normalmente al otro día ya están de
vuelta trabajando para el "fiolo". Cómo no darle la razón a la legisladora si
vemos de donde salen algunas militantes encumbradas.
Con todas sus fallas la policía era parte de la
comunidad. Tenía tenia cierto reconocimiento que hacía su vida más llevadera. Memoriosos recuerdan que era habitual un par de docenas de facturas para
desayunar y pizza para cenar. Muchas veces se cocinaban, hoy no saben ni hacer
unos fideos con aceite y comen algún pan que otro dejó porque lo compró y no lo
terminó. Antes la comisaria podía dar respuesta a lo que la gente pedía pero hoy no
tiene ni gente ni medios. Se habla mucho del frio pero el poncho no aparece.
Y podemos de hablar de las cámaras de vigilancia: ponen a operar a un vigilante recién salido del curso que no conoce ni los
códigos de la radio y su utilidad es relativa porque a veces mete las manos el poder esa cinta nunca aparece. Entendamos lo mal que estamos. La corrupción
no acaba en los dineros públicos que se robaron, sino peor aún: es la
degradación de las instituciones. Antes había un sentido de pertenencia que llevaba a
cada uno a tratar de hacer lo mejor para esa institución, pero eso desapareció. Cada
uno es una isla y sólo se interesa en su beneficio y con muy pocos limites,. Es
una cultura asentada por veinte años y superar este estado de cosas será una
tortilla donde se van a romper muchos huevos.
(*) El autor es profesor y periodista