martes, 30 de julio de 2019

La cuestión de fondo

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Dos de los 18 equipos fundadores, Lanús y Gimnasia, arrancaron la Superliga en La Fortaleza con la necesidad primaria de escapar de la zona de descenso. Lanús comenzó dominando con sus tres primeras guitarras en muy buen nivel: Marcelino y el joven Lucas Vera en la gestación y el Laucha Acosta imparable por izquierda como en sus mejores jornadas, cada cual en lo suyo resultaron tres problemas insolubles para Gimnasia. Completando la ofensiva, el Pepe Sand, luciendo muy bien entrenado y criterioso para jugar el balón cuando sale del área, pero sin velocidad ni sintonía en la zona de definición. Lo tuvo a poco del inicio, luego de una gran jugada colectiva con salida a pura gambeta vertical de derecha a izquierda de Marcelino, alargue para Vera, que de primera  pone  mano a mano al Laucha frente a Caire contra la banda, lo elimina en tres zancadas, busca y encuentra al Pepe Sand un metro atrás, mientras los cuatro defensores que lo marcaban siguen de largo rumbo el abismo del arco. El remate del 9 se fue junto al palo, y sólo fue un aviso de lo que vendría.
   Gimnasia responde con decisión, y tanto en el medio como en el fondo, Lanús no logra ajustar las marcas. Belmonte y Quignón todavía no hablan el mismo idioma, y Muñoz y Valenti recién se conocen. A Lanús, como a la gran mayoría de los equipos que deberá enfrentar en el primer tramo de la Superliga, le falta competencia. El local muy pronto se hizo merecedor de la ventaja gracias al juego ofensivo en velocidad. Marcelino siempre apostando a su gambeta -perdiendo mucho menos la pelota- y el platinado Vera exhibiendo

una rara facilidad para aparecer sin marca y descargar a un toque, tanto como para meter freno, amague y desborde cuando la jugada lo pide. Ante las dudas colectivas en el fondo, el arquero Rossi se mostró atento y eficiente. A los once minutos de juego, Lautaro volvió a superar mano a mano a Caire, pero esta vez pensó otra jugada: usar la temible presencia en el área del correntino para habilitar en corto a Vera, que se ofreció por segunda vez. Con un giro, el pibe se puso de diestro y metió la clásica comba con cara interna buscando esquivar las largas garras del arquero, su envío besó el palo izquierdo de Martín Arias. Cuando la pelota era de Lanús, Belmonte, Quignón y Vera hacían la pausa, y Lautaro y Marcelino le metían vértigo. Solo faltaba el gol.

  Llegó muy pronto, a los 21’, y otra vez Lautaro sacó a pasear a Caire, abriendo el espacio para Marcelino, que se lleva del área a Morales y lo desborda, aunque su centro a media altura no encuentra al Pepe. La pifia fuera de libreto por el segundo palo de Tijanovich le dio la chance a Valenti, y el pibe de Lanús no dudó en cruzarla fuerte contra el palo derecho del arquero y abrir el marcador con su pierna menos hábil. En la jugada siguiente se invierten los roles, y es Tijanovich el que aprovecha un quedo de Valenti y enfrenta a Rossi, que responde muy bien ante un remate difícil a ras del piso que se le colaba junto al palo. La Fortaleza se enciende con el trámite. El partido es muy atractivo. Hay dientes apretados en los dos equipos. En desventaja, Gimnasia tiene que salir, y al hacerlo se encuentra con algunos huecos que le otorgó Lanús en el eje de la cancha, entre la zona media y la puerta del área de Rossi, cuestión a corregir con urgencia.
   El complemento se hace de ida y vuelta. Arriba en el marcador, el local se retrasa unos metros y obliga Sand a correr detrás del balón en soledad frente a los centrales del Lobo. Y Sand empieza a sentir el desgaste. A los 15’, por una desatención defensiva de Carrasco, García le gana la espalda en un pelotazo largo, queda cara a cara con Rossi y marca la igualdad. De inmediato y sin dudar, Zubeldía mete un doble cambio: saca a Carrasco y pone a Di Plácido -y lo manda al medio- y saca a Belmonte y lo pone a Orsini. Lanús queda con dos atacantes de área que no se conectan entre sí, y Gimnasia pone línea de cinco. Los dos equipos sufren el desgaste, pero el que más lo sufre es el Pepe Sand, que a partir de los 30’, cada vez más lento y menos preciso, no puede encontrar ni la pelota ni su lugar. El tema es que según parece o Sand no acepta que lo saquen o Zubeldía, por algún motivo difícil de entender, prefiere no sacarlo aunque no pueda más.
   El problema era previsible. Lo padecieron todas las instituciones que cayeron en la trampa de contratar al ídolo veterano, al que los dirigentes no pueden contener, los técnicos no pueden cuestionar, los compañeros no pueden ignorar y los periodistas no pueden criticar porque lo banca la manada, en tanto puertas adentro no dejan de pasar cosas, y que como la inoportuna salida del Bebe Acosta, son desmesuras megalómanas del ídolo que complican al resto. A los 82’, buscando mayor potencia ofensiva, el entrenador pone a Auzqui, que no anduvo mal, en lugar de Marcelino. La posibilidad de desnivelar en el final, con los cambios forzados para no hacer el cambio -nueve por nueve- que había que hacer, se fueron diluyendo en un empate con sabor a poco, sobre todo respecto de una actuación inicial que permite soñar con bastante más que mantener la categoría, si  es que alguien se decide a resolver la cuestión de fondo.