por Marcelo Calvente 


Si hacemos memoria y comparamos aquellas actuaciones de Lanús de no hace tanto con estás últimas y pobres presentaciones, el resultado es claramente explicativo acerca de como, cuanto y porque cambió el juego del equipo. Ya no podemos hablar de una mala racha, es claro que aquel equipo que ganó 5 de los primeros 6 partidos del presente Torneo Final, nada tiene que ver con este que al cabo de la 14ª fecha, contando de la 7ª en adelante, obtuvo apenas dos victorias con seis empates, siete goles a favor y cinco en contra en estos últimos ocho partidos, nada del esplendor de su juego colectivo, perdidos la mayoría de los aportes individuales. Lanús empató en 0 en Victoria y dejó pasar la oportunidad de recuperar la punta, y lo que es más preocupante, no pudo superar a un equipo que debería estar con cierto desgaste encima por la doble competencia, con un partido a todo o nada como el que Tigre perdió en Paraguay el jueves último, un gran esfuerzo vano sobre los hombros de la mayoría de los jugadores locales, que no pudieron pasar de ronda y se perdieron de embolsar un dinero importante. Sin embargo el desgaste de Tigre no se noto y fue por la simple razón de que Lanús está peor. ¿Porque? No lo se, pero no tengo ninguna duda que es así.
Sin doble competencia, Lanús está demostrando una insólita incapacidad para transitar el terreno, sobre todo ahora que se ha hecho un equipo definitivamente largo, como el Schurrer, como el de Zubeldía. Ya no es aquel equipo corto y compacto que peleaba y recuperaba pelotas en campo rival, que tocaba y triangulaba hasta cambiar el ritmo y producir el quiebre en la línea final del adversario de turno. Entonces era un bloque inseparable que cuando retrocedía lo hacía también marcando y entorpeciendo el juego del rival en todos los sectores, ahogándolo con presión sobre la tenencia de la pelota. Entonces el rival la perdía, la bola no
llegaba nunca al área de Marchesín, y las pocas que llegaban picando las reventaba Vizcarrondo al trotecito cachamay, sin despeinarse. Ese mismo Vicarrondo que ahora sufre -cuando la ve venir por aire- y se desespera cuando el rival lo encara con la pelota al pie. Tampoco es aquel Golzt impasable que se animaba a ir al ataque este Golzt que cada tanto se desboca y se manda una pifia incalificable. Solo Velázquez e Izquierdoz, convertido en el abanderado del coraje que se de poner cuando el orden se ha perdido, mantienen su nivel en la defensa. Lo mismo pasa en el medio. Todos metían, todos se mostraban, todos tenían la soltura de meter un cambio de frente clarificador. Ayala daba cátedra de como se juega según los libros. El Pulpito recuperaba y tocaba, Pizarro tocaba y encaraba, Regueiro encaraba y desbordaba, y Romerito desbordaba y convertía todo lo que tenía para convertir, Lanús ganaba casi todo, y lo que no podía lo empataba. Hace demasiadas fechas que empata porque no puede ganar, y que parece que en cualquier momento lo pierde, sosteniendo las igualdades con el corazón en la garganta, como antes sosteníamos las victorias, casi siempre innecesariamente ajustadas en el marcador.
Durante aquellas jornadas de victoria y superioridad iniciales mucho se dijo acerca del buen trabajo del profesor Valdecantos, tanto como de su personalidad afable y educada. A la par de los mellizos, como parte integrante fundamental de su cuerpo técnico, el preparador físico que tomo notoriedad como entrenador personal de Diego Maradona en 1992, que luego acompañó a Carlos Griguol en su segunda etapa en Ferro Carril Oeste, en la cual el “Viejo” no pudo repetir los exitos de la década anterior, que luego lo acompañó tambien en su largo tiempo en Gimnasia, con un año en el Betis en el medio, recibió el reconocimiento por el estado atlético del primer equipo granate. Javier Valdecantos entrenó a los mellizos en aquel equipo de Griguol que estuvo a un paso de ser campeón, cuyas ilusiones se desviaron en el pie de Mazzoni, una triste jornada para la historia tripera. Luego acompañó a diversos técnicos en un periplo por distintos clubes: Racing, San Lorenzo; Olimpia de Paraguay, Huracán y nuevamente Gimnasia en 2009, sin haber logrado títulos. Da la sensación de que es hora de que Guillermo, como responsable del cuerpo técnico, opine acerca del presente físico y futbolístico del equipo, o al menos con sus colaboradores o en la intimidad del plantel, como tipo inteligente que ha demostrado ser seguramente estará evaluando la situación, que de afuera se observa como indiscutible: El equipo no está en buenas condiciones físicas y hay que ver de que manera se puede resolver esta cuestión a esta altura de la competencia. Con lo tanto que hay en juego para cada uno de los protagonistas de esta historia, se impone poner claridad sobre el bajón del equipo, y dejarse de buscar explicaciones sobre responsabilidades ajenas, que aunque no faltan, nunca son determinantes. Para volver a jugar como supo hacerlo en aquella primera parte del torneo, plantel y cuerpo técnico primero deberán comprender que es lo que los llevó a perder el rumbo. Si el equipo se estira porque no tiene resto físico, o si se queda sin físico porque se estira y se distancian demasiado entre si los jugadores, debiendo todos y cada uno recorrer más terreno. El huevo y la gallina.
Invicto y escolta, a un punto de Newell's y dos encima de River, Lanús está en carrera por el título, pese a todas las dificultades y los contratiempos que lo han llevado a mermar en rendimiento y por consiguiente también en cuanto a los resultados. Hace ocho fechas daba la sensación que la conquista estaba cantada, el campeonato ofrecía otros dramas más patéticos y mediáticos como los de Independiente, Boca, Racing, San Lorenzo, si hasta este River que amenaza prenderse, que andaba por entonces a los tumbos. Ahora la consigna tiene que ser volver a la victoria. Juegue quien juegue, hasta ahora las variantes de nombres no dieron resultado. Faltan cinco partidos. Tal vez no alcance el tiempo para recobrar el brillo perdido, tal vez no vuelva a ser superior a sus rivales como lo era antes, tal vez sea el momento de apostar a los que tienen más temple y más espíritu combativo. Para lograr la ansiada consagración que tan bien les haría a sus respectivas carreras profesionales, para de paso evitar el desagradable mote de gallina, el cuerpo técnico y el plantel de Lanús tienen por delante cinco finales, cinco partidos que pueden ganar poniendo huevos. De ellos depende.