domingo, 1 de diciembre de 2019

El Irlandés:Scorsese y “su amado EEUU” amasado a barro y sangre por la mafia

por Lisandro Martínez*

Martin Scorsese está sumergido desde la década de los ‘70 en una obra monumental, un fresco de ficción pero con rasgos profundamente documentales que se compone de varios de sus mejores films. Martín muestra que siempre estuvieron presentes en la historia de Estados Unidos los orígenes de manejos espurios y mafiosos y que la actualidad de ese gran coloso está imbuida y condenada a transcurrir en la misma clave. Esto es “el pecado original” de esa gran nación, donde las corporaciones han desenvuelto todos los maravillosos adelantos industriales y tecnológicos para hacer del capitalismo no el “sueño americano” sino un ejemplo de miserias humanas, crímenes y conspiraciones a niveles prodigiosos, con el que se mantiene una clase social parasitaria salida de las más graves denuncias de la pluma de Upton Sinclair.
   En El Irlandés -estrenada en Neflix y sólo en dos cines de Argentina- como en Pandillas de New York (otra historia de irlandeses), el relato histórico milimétrico apunta a derribar toda la épica bobalicona tejida en la ignorancia por los grandes medios hacedores del ideario público. La historia de Pandillas de New York, está ubicada en 1863 en NY, en lo que luego se convertiría en “La gran manzana”. La ciudad estaba entonces -como ahora- dominada por la corrupción política más atroz y la guerra entre bandas provocaba muertos y disturbios entre los “nativos”, xenófagos, y los inmigrantes, la mayoría irlandeses. Un drama de absoluta vigencia y que para destrabarlo era y es necesario ejercer la más alta organización política que imponga una salida que en general todavía no se da en favor de la justicia.
   En Taxi Driver, 1976, Scorsese ante la hecatombe de la ciudad de Nueva York corrompida hasta el tuétano le hace decir a su personaje central, un ex soldado de Vietnam profundamente perturbado: “Ojalá una lluvia cayera sobre esta ciudad y limpiara toda esta escoria”.
  En El Irlandés se pinta un retrato de la familia Kennedy que estuvo involucrada desde antes
Al Pacino y Robert De Niro en una escena del film
de la gran depresión con la mafia. El fundador de la dinastía, Joseph especuló con el mercado cambiario, importó licor cuando estaba prohibido consumirlo, fue embajador en Londres en vísperas de la II Guerra Mundial y debió renunciar cuando quedaron expuestas sus innegables simpatías con Hitler y estaba gestionando una campaña en los medios para embellecer la imagen del genocida. En El lado oscuro de Camelot de Seymour Hersh quedó impreso el antisemitismo de Joseph Kennedy cuando señalaba que “algunos judíos son buenos, pero como raza apestan”. En 1960 el fundador de la familia y la mafia instalada desempeñaron un papel central en la victoria electoral de John F. Kennedy. La mafia dio su apoyo a uno de los suyos: el candidato a la presidencia de la nación, salido del vientre de los contrabandistas del alcohol en la época de la ley seca cuando Joseph construyó su imperio sostenido en evadir las leyes, acumular riquezas indebidas, para luego blanquear su patrimonio y legalizar su status social. El apoyo de la mafia a los Kennedy para las elecciones tenía un “me debés una”, que se traducía en apurar el operativo de invasión Bahía de los Cochinos para desalojar a los barbudos del poder y retomar el control de Cuba como patio trasero y paraíso del “entretenimiento”, con sus prostíbulos, casinos, narcóticos, etcétera, administrados por la delincuencia organizada. El protagonista, Robert De Niro, es parte de los que transportan hasta La Florida las armas y víveres para la invasión de los gusanos que habían sido entrenados por la CIA. En el film surgen los nombres del Clan Sinatra -parte de la mafia relacionada con el mundo del espectáculo- como fomentadores del golpe en Cuba. Antes, en 1950, la familia Kennedy colocó como parte de los savonarolas a una de sus caras jóvenes y bonitas, Bob Kennedy, como parte de la caza de brujas en la Comisión investigadora de Actividades antinorteamericanas dirigida por el senador McCarthy.
   El anticomunismo estaba muy bien para la mafia que se había hecho en gran parte del poder de los sindicatos yanquis e impulsaba la delación del activismo obrero revolucionario, lo que en muchos casos significó no solo despidos y cárcel sino también la muerte lisa y llana entre los años ‘40 y los ‘50. Los Kennedy cometieron un error garrafal que les costaría la vida a John y a Robert, cuando decidieron hacer una cruzada de moralidad para instalar la figura del fiscal Robert Kennedy persiguiendo a Jimmy Hoffa.  Esto fue el fin del clan que sin haber resuelto el problema Cuba, cargó contra la burocracia sindical y ésta puso en pie de guerra a los clanes mafiosos que se pasaron con armas y bagajes a la tienda de los republicanos desencantados con los ex contrabandistas de alcohol y aportaron enormes sumas –de dinero negro- ahora a la figura de Richard Nixon. El entrelazamiento de la burocracia sindical, la mafia y las figuras presidenciales en EEUU es muy fuerte, Hoffa investigado por el fiscal fue condenado en 1967 y en 1971 debido a sus lazos profundos con Richard Nixon recibió el indulto presidencial para que tratara de recuperar el sindicato de camioneros.
   El irlandés pone de manifiesto el rol de las burocracias sindicales en la lucha de clases en forma didáctica y simple y con cuatro pinceladas destaca el papel infame de la justicia burguesa incapaz de impartir cualquier grado de arbitraje imparcial debido a los intereses que están en juego.
  El film es parte de un gran puzzle armado por un libro documental excepcional de un ex fiscal de EEUU, Charles Brandt, titulado I Heard You Paint Houses (Me enteré que pintas casas), guionado por Steven Zaillian quien también guionó Las pandillas de New York.
  Es importante destacar que cuando pasan todos los títulos continúa un “documento especial”, donde el director y los protagonistas conversan sobre la filmación y relatan anécdotas.
  Estamos en presencia de una película memorable de tres horas y media que selecciona trozos de cinco décadas de la vida política de EEUU y no obstante es fresca, didáctica y entrañable, realizada por cuatro dinosaurios, verdaderos maestros en el arte del diálogo con argot mafioso, de entre 75 y 80 años a los que -¡celebremos!- no les llegó la renovación generacional y nadie en su sano juicio reclamaría porque les llegue.
   (*) Del Partido Obrero Tendencia