jueves, 17 de diciembre de 2020

A propósito del intento revolucionario del radicalismo en 1932

por Omar Dalponte


omardalponte@gmail.com     

Salvo rarísimas excepciones, durante el tiempo que llevo vinculado a La Defensa, aproximadamente 35 años, me he referido en mi columna a las notas elaboradas por otros colaboradores, efectivos o transitorios, de nuestro diario.
Si lo hice alguna vez fue para elogiar algún trabajo que consideré valioso como aporte para el debate político o como pieza enriquecedora de nuestra cultura. Nunca para criticar a ningún otro colaborador  por su trabajo pues, algo que aprendí en las viejas redacciones, es a respetar las ideas y la labor de los colegas. Esto es el ABC de la ética periodística.
Hoy, ante la lectura del muy buen artículo escrito por el doctor Aurelio Nicolella (La Defensa 15/12/2020) relativo al intento revolucionario del radicalismo yrigoyenista en el año 1932, con mucho agrado me permito agradecer y felicitar al autor por haber traído para conocimiento de los lectores el recuerdo de un importante episodio histórico como fue el ocurrido luego de dos años del derrocamiento de don Hipólito Yrigoyen.
Las acciones de 1932 fueron el intento de derrocar al régimen fraudulento de Agustín P. Justo y su reemplazo por una Junta Revolucionaria transitoria por parte de civiles y militares pertenecientes a la entonces proscripta Unión Cívica Radical. Dicho movimiento  Contó con el apoyo de un sector  importante del Ejército Argentino, encabezada por el teniente coronel Atilio Cattáneo y el mayor Regino Lascano. Naturalmente también fue acompañado por patriotas radicales inscriptos en la línea nacional y popular del radicalismo.
El plan contenía la idea de deponer al gobierno fascista y llamar a elecciones en fecha no lejana. Luego de tomar el poder la Junta Revolucionaria tomaría las siguientes medidas:
   Ordenar la requisa de todo lo necesario para alimentar, vestir y cobijar al pueblo. Movilizar a

los desocupados para construir caminos, habitaciones y fábricas. Estatizar el comercio exterior. Extinguir la deuda externa mediante la entrega de productos nacionales. Prohibir la exportación de monedas, metales y piedras preciosas. Acordar una moratoria general de dos años para las deudas internas.Reforma agraria en favor del campesinado. Explotación colectiva de los campos de una extensión superior a mil hectáreas. Traslado del poder judicial a juzgados populares. Simplificación de la burocracia estatal. Estatización del petróleo. Dar impulso a la enseñanza y cultura, asegurando a todos el derecho al saber. Transferir a los trabajadores la administración de sus lugares de trabajo. Amnistía a los presos políticos y demolición del penal de Ushuhia. Establecer una escala de sueldos para la Administración Nacional. Revisión de las pensiones y jubilaciones concedidas. Suprimir las subvenciones a la Iglesia. Reforma interna de las fuerzas armadas. Regulación de la actividad financiera. Supresión de todos los impuestos a excepción del de la tierra, el de la renta y a las herencias. Incautación de los soros disponibles, emisión de un empréstito interno forzoso y confiscación de bienes pertenecientes a las personas e instituciones que resulten responsables de la dictadura implantada el 6 de septiembre para solventar los gastos de la Revolución.
Si por acuerdo entre las fuerzas patriotas de nuestro país hoy se realizara un encuentro nacional, si a este programa se sumaran los creados por el Movimiento Obrero en La Falda (Noviembre de1957) en Huerta Grande (Junio de 1962) el del 1 de Mayo ( CGT de los Argentinos, 1968) el de los 26 Puntos (CGT Ubaldini ,1986) y se efectuara una síntesis de todos ellos para su aplicación como programa de gobierno para su inmediata aplicación, en los próximos tres años, pasado este tiempo nos encontraríamos a las puertas de la Argentina Potencia de la cual se habló alguna vez. Y habríamos avanzado notablemente en escribir el libro de reconstrucción de la Argentina en los términos que nos convoca actualmente el presidente Alberto Fernández.
La lectura de la excelente nota escrita por el doctor Nicolella nos invita, además, a rendir nuestro homenaje a grandes radicales como Moisés Lebensohn y su “nacionalismo yrigoyenista” que, como programa, él asentaba en dos principios básicos: nacionalismo petrolero y reforma agraria. También a don Crisólogo Larralde, quien desde el radicalismo fue quien mejor interpretó el significado del 17 de Octubre de 1945 y procuró vincular a su partido con el Movimiento Obrero, manteniendo una idea clara sobre la importancia y necesidad de la justicia social.
Bienvenidas estas notas que ayudan a conocer y comentar episodios históricos de real importancia. Y compararlos con la indignidad de algunos personajes de la actualidad que se dicen radicales y han tirado la honra a las hienas convirtiéndose en sirvientes del más duro conservadurismo que, hoy por hoy, encarna el macrismo.
Bienvenidos estos artículos que seguramente contribuirán a que radicales de este tiempo que conservan los ideales de Alem y de Yrigoyen pongan las cosas en su sitio reafirmando los valores por los que lucharon  tantos  como Sergio Karakachoff, Abel Amaya y los muy nuestros lanusenses como Luis Yunis, Yoliván Biglieri Jorge Bianchi, Juan Carlos Bianculli y Nicanor Larraz.
Sabemos del dolor y la vergüenza que padecen los radicales íntegros por el servilismo de su partido a sus amos del macrismo neoliberal. Lo sabemos muy bien los peronistas que también, a lo largo de nuestra historia hemos sufrido la presencia de nuestras propias lacras como lo fueron los Vandor, los López Rega y los Menem, por nombrar a algunos. En fin: En todas casas se cuecen habas.

     (*) De Iniciativa Socialista