lunes, 25 de enero de 2021

¡A no romper los carnets!

por Marcelo Calvente


marcelocalvente@gmail.com


¿Será nomás la pandemia lo que enrarece los ánimos? ¿Serán todos estos meses obligados a guardarnos que nos complicaron la vida? ¿O será por el encierro, la nula vida social y la falta de abrazos con los amigos y parientes que  nos transformamos en personas irascibles y cambiantes, de pasiones sin límites, capaces de pasar de la euforia excesiva de ayer, del multitudinario banderazo en respaldo al plantel de Lanús -sin distanciamiento social, sin barbijo y sin cuidado alguno, mientras los contagios y las muertes siguen arreciando- a la irascibilidad, la intolerancia y el encono producto de la dura pero casi lógica derrota a manos de Defensa y Justicia por 3 a 0?
   ¿Será que últimamente venimos tan dulces que nos creímos invencibles, y ante la derrota

buscamos respuestas mucho más contundentes que las lógicas y habituales que surgen de una final con un vencedor y un vencido? ¿O será porque ésta vez nos tocó perder a nosotros que nada de lo sucedido pudo haber sido posible, normal o aceptable, y los protagonistas ayer mimados y venerados, hoy perdidosos, pasan a ser objeto de todas nuestras iras, sospechas y cuestionamientos?
   “No pusieron huevo”. “No corrieron”. “No dieron ni un pase bien”. “Entregaron el partido”, escriben los hinchas granates en las redes sociales, en caliente, a minutos de terminado el partido, y así se van potenciando a ver quién pega más y mejor. La única diferencia con la leyenda de los carnets rotos por la derrota de Los Globetrotters es que la mayoría de estos ciber simpatizantes jamás tuvieron carnet, aunque es necesario decirlo, un buen número de los hinchas que a principios de 2018 insultaron al presidente que acababa de obtener tres títulos nacionales -venciendo en modo brochette a San Lorenzo, Racing y River en marcos multitudinarios- y jugar la Final de la Libertadores 2017, estaban en la platea de socios.
   ¿Qué había sucedido? Nicolás Russo no quiso pagarle al Pepe Sand, que tenía 6 meses de contrato por cumplir, lo que le ofrecían en Colombia y que Lanús no tenía, porque todavía no había podido realizar las ventas de las principales figuras del equipo de Almirón. Necesitaba vender y con ese dinero debía pagar la fiesta que a punto estuvo del final feliz. La mecha la encendió el Pepe, que sabía que Lanús tenía que afrontar gastos y no podía aumentar los ya muy altos contratos que tenían las figuras del equipo, y fiel a su costumbre no dudó en usar a los medios para apuntar contra el presidente, y también hay que decirlo, no son pocos los que picaron el anzuelo.  
    Para calmar tanto enojo conviene volver atrás, al inicio de la pandemia, al fútbol suspendido, a la incertidumbre y las dudas sobre la posibilidad de que algún día se pueda volver a jugar. En ese tiempo de oscuridad, Lanús logró realizar dos ventas impactantes: Marcelino Moreno y Valenti, a cambio de un dinero muy importante. Con la tranquilidad de esas ventas cerradas, todo estaba en stand by. Muchos futbolistas, como Rossi, Auzqui, Pasquini y Muñoz emigraban en busca de mejores contratos. Por fin, a las apuradas, con equipos a medio armar y con un formato de competencia poco estimulante, en el que no hay descensos y  que entrega apenas un lugar en la Sudamericana 2021, llegó la vuelta del fútbol.
   La decisión se caía de maduro: Lanús tenía una veintena de jugadores juveniles en condiciones de debutar; la experiencia de Di Plácido, Burdisso, Quignón, Lautaro Acosta, Orsini y Sand, y la firme promesa de Belmonte, De la Vega, Bernabei, Orozco, Vera, Lodico, Matías Pérez, Paloma Pérez, Thaller, Aguirre, el arquero Morales y un montón de pibes más que se habían ganado esa chance en las principales categorías del fútbol amateur del club. Esa fue la decisión, que tuvo alguna resistencia, y no sólo en los rompedores de carnets, también en el periodismo partidario. Y lo más sorprendente: también en el propio Luis Zubeldía, que se mantuvo al frente del equipo totalmente distanciado de la dirigencia, convencido de que no habían intentado con mayor fervor contratar a Emanuel Brítez, que finalmente pasó a jugar en Defensa y Justicia. Zubeldía, el gran hacedor de enormes futbolistas llegados de inferiores, no estuvo de acuerdo con la idea de apostar todo a ellos, sobre todo cuando creyó que con un par de retoques más el equipo podría haber funcionado mejor. Y a decir verdad, con el diario de aquellos días, puede que tenga razón. “Son decisiones”, diría en modo casete el otro Russo.
   La idea original contemplaba un torneo de prueba y error, de adaptación de futbolistas jóvenes a la competencia profesional y de armado y funcionamiento colectivo, para llegar a hoy con las cosas más claras y minimizar de este modo el margen de error. La apuesta fuerte es para lo que viene. Por suerte, muchas de las cosas salieron mejor de lo pensado: Por la clasificación a la final de la Copa entró buen dinero, y muchos futbolistas se cotizaron. El plan original era foguear pibes y asumir lo que se viene, tratando de reforzar algunos puestos, porque pese a los altibajos en su rendimiento individual y colectivo, el equipo se las arregló para estar en la final de la Copa Sudamericana.
   De cara al futuro las cosas son más claras. Hay futbolistas de ciclo cumplido, como Burdisso, Alexis Pérez, Belluschi y Sand, hay jóvenes que se ganaron su oportunidad, y esta vez es posible que lleguen algunos refuerzos importantes. Es hora de dejar de sufrir con una derrota más que lógica. Lanús no venía sosteniendo un rendimiento confiable: San Pablo, Bolívar, Independiente y Vélez en varios pasajes habían sido superiores, y tranquilamente pudieron y en algunos casos merecieron obtener la victoria. No podemos evaluar la campaña que acaba de concluir sin poner en la balanza los objetivos que se habían trazado previamente. El desafío para lo que viene es enriquecer este plantel de cara a competencias que prometen mejor organización, mayor categoría y objetivos más tentadores. Y para el tema de los insultos, las desmesuras y los tradicionales carnets rotos, por ahora, sigamos esperando la vacuna.