lunes, 8 de octubre de 2012

A desalambrar


por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com


Finalmente parece ser que la unidad quedó sellada entre las cinco agrupaciones políticas partidarias, divididas en dos fracciones de cabeza visible, que aportan tres dirigentes cada una a la mesa chica, Alternativa Granate, que conduce Nicolás Russo, y la agrupación Unidad, con el futuro presidente Alejandro Maron al frente, la que crearan Carlos González, Néstor Díaz Pérez, los Solito’s y varios otros grandes dirigentes, protagonistas de parte importante de la mejor etapa de la institución, la de
la reconstrucción y el retorno a primera, preámbulo  de lo que siguió en las presidencias de Chebel, Maron y Russo, los dirigentes que iban a conducir el salto a la grandeza institucional y deportiva, todos acompañados por muchos otros socios de trabajo destacado en las diferentes disciplinas, la mayoría de ellos hoy siguen cumpliendo funciones institucionales con enorme sacrificio y amor por los colores, siempre dentro de la unidad política.
Luego del último y definitivo retorno a la máxima categoría, logrado en junio del 92, durante los años que siguieron se fue formando el equipo de Cuper que lograría el primer galardón internacional, la Copa Conmebol, con las figuras de Hugo Morales, Ariel López, Enría e Ibagaza, con Roa, Siviero, Serrizuela, Falaschi, la Urraca, Mena y Cravero como sostén, jugadores que serían transferidos por cifras millonarias. Como casi a  todos en la Argentina de entones, el fin del menemismo trajo aparejada la crisis financiera al club Lanús, aunque se siguió avanzando con la construcción del estadio de cemento. La situación económica en 2001 estuvo a punto de romper el equilibrio político y se llegó a votar la conveniencia de llamar a convocatoria de acreedores. Según describe en su “96 años de fútbol granate” el colega Néstor Bova, el 14 de febrero de 2002 “…las tres fracciones que confluyen en el oficialismo decidieron en votación dividida no presentarse en convocatoria de acreedores”. Esa discusión abriría frentes insalvables que las urnas iban a profundizar, las diferencias significarían el alejamiento de algunos dirigentes importantes, mientras otros creaban nuevas agrupaciones o se realineaban en las existentes. Como el país, Lanús entraba al segundo milenio con graves problemas económicos, sin figuras, cambiando técnicos y hasta debiendo sortear una promoción. La solución llegó con la venta de Klimowikz y la derogación del sistema de convertibilidad, pero el espíritu se resquebrajó y a fines de 2003, 25 años después del salvataje unitario que sucedió a Leiras, los enconos se encolumnaron tras la candidatura del juez Adolfo Bagnasco, que fue derrotado por Alejandro Maron, el candidato que representaba a los sectores que reconstruirían la unidad de allí en más.
Fue gracias al pésimo desempeño de Gorosito que Maron y Russo metieron el cambio de timón. Todos, menos el entrenador de rulos, advertían que la cantera empezaba a redituar. Pero hacía falta uno de la casa, y ahí estaba Ramón Cabrero. La tribuna también lo exigía: Vamos, vamos lo pibe. Con Cabrero y los pibes, con Maron en la presidencia y Russo a cargo del fútbol profesional llegaría el subcampeonato del Clausura 2006, el título de Campeón del Apertura 2007 y la instalación definitiva en el primer plano continental. La historia es conocida, y es la del club que jugó con Deportivo Riestra en la “C” en 1981, que volvió definitivamente a primera en el 91/92, que en los años que siguieron ganó la Conmebol (1996) y fue subcampeón (1998); que pocos años después casi se va a la quiebra y al descenso (2001-2002), y que otro lustro más tarde se consagraba campeón por primera vez, un glorioso 2 de diciembre de 2007 y en la Bombonera, para mantenerse entre los  mejores promedios del fútbol argentino, ser habitual participante en los torneos internacionales, y ser hasta hoy uno de los clubes más prósperos y ordenados.
Con la llegada a la presidencia de Nicolás Russo (2009) se produjo un hecho inédito: Por primera vez el presidente no sería de la tradicional agrupación Unidad, sino de otra que fue creciendo en su seno con un estilo de conducción más personalista, Alternativa Granate, compuesta por una enorme base de dirigentes nuevos, en su mayoría hombres de trabajo y condición social humilde, pero dispuestos a entregar muchas horas para el club. Seria una necedad negar que su llegada no fue bien recibida por una parte de la agrupación Unidad, la que con la desaparición de Carlos González pasó a ser liderada por Alejandro Maron, que desde el inicio de la gestión de su sucesor y pese a ser parte de esa conducción, empezó a pararse con cierto disimulo en la vereda de enfrente, y ya sin disimulo en el final, a punto estuvo de propiciar la ruptura definitiva. Fueron los viejos dirigentes como Néstor Díaz Pérez, los Solito’s, Roberto Vidal, Emilio Chebel y varios más, los que pusieron las pautas definitivas para el acuerdo final, incluyendo a la siempre díscola Ética Granate, condición impuesta por Marón, cuando todo estuvo peligrosamente cerca de naufragar en las negociaciones previas.
En este marco riesgoso para los intereses del club, en medio de una crisis económica que afecta a los principales mercados del mundo, Maron iniciará su tercer mandato al frente de una lista con fuerte presencia de dirigentes de Alternativa Granate, como Beto Monje, Leonardo Russo, Soledad Bernaechea, Daniel Vidal, Fabián Soubeste y varios más, pero rodeado por un grupo de seguidores que nunca se mostraron proclives a realizar esfuerzos por la continuidad unitaria. En estas circunstancias difíciles, cuando lo personal intenta imponerse sobre lo común, tiene que volver a primar la experiencia  de los socios y dirigentes que hicieron grande a Lanús, los hacedores del milagro que el fútbol argentino contempla con admiración -entre ellos Maron y Russo- para comenzar a reconstruir la política que lo hizo posible y que pese a que se selló la unidad total, nadie puede ignorar que hoy está atada con alambre.