domingo, 20 de septiembre de 2020

Avellaneda, Lanús: Ese extraño y profundo amor

por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com

 

Chamuyos en pandemia

Segunda parte

 
En determinados momentos, cuando nuestra forma de vida era distinta, la concurrencia a los bares, boliches y despachos de bebida formaba parte de costumbres muy afianzadas en los barrios. Después de la jornada de trabajo concurrir al café de la esquina a jugar un “truco”, un “mus” o arriesgar unos pesos al “codillo” era una práctica cotidiana, casi religiosa de no pocos hombres. De Sarandí recuerdo, entre muchos otros, el barcito de Nando, en Soler y Magán; el bar Di Sarli, antaño ubicado en Belgrano y Magán; también el bar Victoria, casi al lado del Cine Sarandí, a metros de donde el viaducto cruza la calle Mitre. Allí, por las noches se juntaba gente del escolazo que, a determinada hora, piantaba para juntarse en algún reducto timbero y volcar sus ansias lúdicas en el Pase Inglés o el Monte con Puerta.
Recuerdo que camino hacia el río abierto la geografía sarandiense iba cambiando. Más cerca de la costa existían amplios espacios verdes arbolados y quintas. No se como será en la actualidad, pues me estoy debiendo una visita a esos sitios que disfruté en otros tiempos.
Alguna vez volveremos a visitar Dock Sud que, en muchos sectores, conserva casi intacto su tradicional pintoresquismo. Su aspecto de lugar portuario donde todavía se conservan casas de chapa prolijamente construidas; sus grandes destilerías, alguna industria importante, su

actividad cultural, social y deportiva, su historia y su población que cuenta con una buena porción de inmigrantes antiguos y recientes, hacen del Dock Sud un territorio sumamente atractivo, un área con partes de características diferentes cuyas particularidades se vinculan estrechamente dentro de un mismo espacio urbano. Dock Sud, lugar en el que más de un poeta se inspiró para sus versos, invita a visitarlo, conocerlo y apreciarlo.
También, en esta tarea de contar sucesos y describir lugares habremos de dedicar gustosamente un momento para hablar de Villa Domínico, que a muy pocos kilómetros del centro de la ciudad de Buenos Aires, aparece como un magnífico pulmón verde cuya puerta de entrada es el hermoso Parque de los Derechos del Trabajador, espacio magníficamente arbolado que, de acuerdo a lo que consta en varias publicaciones, nació a mediados del siglo XIX por decisión de un alemán llamado Jorge Domínico, quien dispuso en esa tierra de su propiedad la plantación de eucaliptos y otras especies. En esos terrenos que luego pertenecieron a la Quinta de Carlotta de Domínico, en 1949 se fundó el parque al que se le dio el nombre que hoy lleva. Durante unos años, a partir de 1955 en que se derrocó al gobierno peronista, lo llamaron “Presidente Sarmiento”. Pero en 1991 recuperó su denominación primitiva. De principios de la década de 1960 recuerdo dos lugares que en nuestras salidas juveniles frecuentábamos con gusto. Un pequeño restaurante que funcionaba en la esquina de las calles Azul y Mitre que atendían su dueña, una muy amable señora de mediana edad y un par de mozos bien conocedores de su oficio. Muy cerca del Parque, por las noches el Bar Troilo era el reducto de “calaveras”, hombres que hacían “la previa” antes de concurrir a las partidas donde ángeles y demonios se jugaban el resto sobre la carpeta. Por supuesto, entre esa barra timbera que por sus hábitos nocturnos no tenía buenas relaciones con el Sol, no faltaban los por aquel tiempo muy conocidos “lapiceros”, o sea los “levantadores” de quiniela en forma clandestina, porque entonces esta actividad no era oficial ni existían las agencias que ahora están diseminadas por todo el país.
Cruzando las vías del ferrocarril Roca se encuentra el camino hacia la costa. Supongo que el canal paralelo a la calle que conduce hacia “la punta” aún existe como deben existir las quintas donde se cosecha alguna verdura y las uvas con las que se elabora el vino de la costa. Tengo entendido que se proyectó construir frente al río un espigón para la práctica de la pesca menor. De ser así, es posible que el lugar se convierta en un sitio atractivo para que la gente pueda pasar fines de semana placenteros.
Si hay alguna localidad de Avellaneda que, en lo que se refiere a su historia se presta a la polémica, esa es la ciudad de Wilde. Respecto a sus orígenes he leído que la zona donde en la actualidad se halla la estación ferroviaria, fue seleccionada a mediados del siglo XVIII para instalar una chacra donde se asentaron frailes dominicos. Esa fecha, conforme a lo publicado en diferentes trabajos, se toma solamente como antecedente ya que, según algunas afirmaciones , no existe una fecha cierta de fundación. En cuanto a datos históricos relativos a Wilde prefiero no hacer comentarios en esta nota, pues sobre el particular hay muchas y buenas publicaciones de prestigiosos autores, con abundante información al alcance de cualquier persona interesada en conocerlos. Como nota de color, sí puedo comentar algo que, posiblemente, mucha gente no conozca. Es respecto al nombre de la ciudad. Desde que se impuso el nombre de Wilde, en adelante y por muchos años, se abrió una discusión que, a pesar de distintas afirmaciones, sugerencias, resoluciones y dictámenes no se ha saldado definitivamente hasta el presente. Aún se discute si el apellido asignado a la ciudad ha sido en homenaje al Dr. José Antonio Wilde (1813 – 1887) prestigioso médico de la zona, o a su sobrino, el Dr. José Eduardo Wilde (1844–1913) médico, periodista, político, diplomático, escritor, caracterizado exponente de la llamada Generación del Ochenta y ministro de Instrucción Pública del gobierno de Julio Argentino Roca. Diferentes voces han sugerido con un criterio salomónico, que en atención a a la importancia de los dos personajes, parecía justo que el apellido sea representativo de ambos. En lo personal puedo decir que tengo muy buenos recuerdos del llamado Barrio Gráfico y una excelente impresión sobre el Complejo Habitacional, cojunto de torres que da la sensación de ser una ciudad dentro de otra. Siempre – creo – es bueno valorar el progreso de nuestros lugares y en Wilde, en los últimos años, el progreso se ve reflejado a través del incremento de la construcción. Desde hace unos años, en la zona céntrica cercana a la estación ferroviaria, se han edificado una serie de edificios de aproximadamente 7 u 8 pisos que permiten una mejor calidad de vida a todos aquellos que logran hacer realidad el sueño de la casa propia. Interesante sería que al mismo ritmo de las flamantes construcciones se estimule y se concrete el crecimiento de las infraestructuras de servicio de electricidad, gas y agua. Wilde progresa. Y su progreso, como bonaerenses, debe llenarnos de satisfacción y orgullo.
De Avellaneda, por ser cabecera de Partido y por lo tanto el centro de los acontecimientos políticos, sociales, religiosos, culturales, deportivos, comerciales, industriales y de tantísimas otras actividades, se ha escrito muchísimo. Por lo tanto pongo atención en no recorrer – demasiado – caminos ya transitados por quienes somos afectos a los relatos históricos. Siempre vi, sentí y viví a esta parte de Avellaneda como un lugar singular, sorprendente, atractivo. Por su pasado, por su energía de gran ciudad, por algunos de sus sitios emblemáticos y por esas fuerzas citadinas con vitalidad orillera que atraen y convocan, me sentí invitado a frecuentarla, a conocerla y meterme en sus intimidades. El convite, recibido como un susurro amoroso, estimuló las ganas de andar por calles que parten del Riachuelo para encontrarse en cada esquina con otras que a diario son testigos del ir y venir de una marea humana donde se mezclan el “prohombre y el gusano” , cada quien sufriendo o gozando lo que le tocó en esta vida. Recuerdos. Imágenes del pasado que se atesoran en la memoria. Sitios avellanedenses en los cuales pude compartir momentos gratos y de los otros. Tiempo de grandes orquestas que engalanaron los escenarios de Racing e Independiente. Los encuentros bailables en el Círculo Friulano, en el Regatas, en los Bomberos de Sarandí o en algún club de Echenagucía. Los tradicionales cines Roca, Colonial, San Martín y Maipú. La confitería Maipú 33, a pasos del cine, el Restaurante Rivero, el antiguo bar de Pavón y Mitre, famoso por sus chop, camarones y langostinos, el bar y pizzería Mar del Plata, en Mitre y 25 de Mayo y la pizzería Real, en Mitre y Sarmiento, que trascendió y echó fama cuando en un encontronazo que terminó a balazos cayeron heridos de muerte el obrero curtidor Domingo Blajaquis y el dirigente metalúrgico Rosendo García. Lugares. Algunos de los cuales el tiempo, como un río torrentoso se llevó quien sabe hacia que destinos.Avellaneda. Con su historia donde los malos se enseñorearon por años pero al final perdieron frente a los buenos. Avellaneda. De las fosforeras, las barcazas empetroladas, el río de aguas mugrientas a veces encapotado de niebla. Los frigoríficos, el viejo Mercado de Abasto con los boliches fijos y los "carritos churrasqueros" que lo rodeaban. Avellaneda; territorio en el que alguien orientó su corazón “ mirando al sur”y otro alguien, allá lejos,se inspiró con el “dulzón canto del barco italiano”. Avellaneda; ahí está  pidiendo cancha para galopar triunfante hacia el futuro.
Dos palabras sobre una joya de extraordinario valor: El teatro Roma, una perla cultural de Avellaneda. Dicho teatro, conocido como el “Colón del Sur”, fue construido por iniciativa de la colectividad italiana en sólo once meses. Abrió sus puertas el 1 de octubre de 1904. Allí, en esa magnífica sala en cuya cúpula se destacan imágenes de Dante Alighieri, Luiggi Pirandello y frescos realizados por el pintor Antonio Epafani, actuó el tenor Tito Schipa y se presentaron obras teatrales de reconocidos autores nacionales y de otros países. Incluso, el maestro Pedro B. Palacios, más conocido como Almafuerte, leyó en público alguno de sus famosos poemas.
Me tocó nacer en el pago vecino cierto día de 1938, cuando las cigueñas tenían nombre y apellido. La que ayudó en mi accidentado principio se llamó doña Esperanza. Una vieja comadrona de Sarandí. Mi llegada ocurrió en un hogar en el que se anhelaba que Lanús logre su autonomía. Ese anhelo tenía su razón de ser. Los lanusenses deseaban tener sus propias autoridades, su propia identidad, ser independientes, tener su lugar para sepultar a sus muertos sin la necesidad de trasladarse a un cementerio que para aquel tiempo quedaba muy distante. Si se tiene en cuenta que no demasiadas calles estaban asfaltadas, cuando una familia sufría una circunstancia tan dolorosa como es el fallecimiento de uno de sus miembros, ese traslado significaba una dificultad no menor que agregaba sufrimientos. En fin, los lanusenses querían ser dueños de su destino independizándose de un distrito convertido en feudo, dominado por “señores de horca y cuchillo”, manejado a discreción por el caudillaje conservador mafioso donde reinaba el fraude, el negocio del juego, la prostitución, la persecución y hasta la eliminación física de quienes se atrevieran a oponerse al régimen. Por todo esto, cuando se consiguió la autonomía de Lanús en 1944, nuestro pueblo festejó. Serenamente. Como se festejaban los acontecimientos importantes en tiempos de sencillez pueblerina.
Claro que alcanzar la autonomía de Lanús no fue tarea fácil. Se llegó a ella luego de un proceso largo, con dificultades, pero sostenido con entusiasmo y mucha fuerza moral por nobles vecinos que, al final, vieron coronado su esfuerzo con un resonante triunfo pudiendo expresar con alegría y orgullo: ¡Somos libres! La lucha por la autonomía de Lanús tiene su historia. Historia que unos cuantos comentamos con buena voluntad y la sana intención de mantenerla fresca. En este septiembre de 2020, mes tristón como los meses pasados y probablemente como los que vendrán por el daño que nos causa una peste inesperada, esperamos amaneceres soleados que nos permitan volver a ser nosotros sin miedos. Igual, porque “la esperanza nunca es vana”, camino al día 29, a 76 años de aquel glorioso 1944, hará bien rendir homenaje a la generación autonomista, a todas y todos aquellos que laburaron sin descanso para que nuestro lugar en el mundo sea más digno. Salute.