por Andrés Simón
En Lanús, la inseguridad dejó de ser una sensación. Es una realidad cotidiana que se vive en los barrios, en las paradas de colectivo, en la puerta de las escuelas y en los comercios. Sin embargo, mientras crece el miedo, desde el municipio se insiste con una puesta en escena: móviles de “Seguridad Ciudadana” que circulan lentamente, a no más de 20 km/h, con un solo agente sin arma, sin autoridad legal para intervenir, y que nunca —pero nunca— detuvieron a nadie.¿Para qué están entonces? Para la foto. Para el marketing. Para que parezca que se hace algo, mientras no se hace nada. Los vecinos saben que eso no es seguridad. Que eso es un teatro, una simulación cara. Porque esos móviles, ese combustible, ese sistema ineficaz, lo pagamos todos. Son millones gastados para simular presencia, cuando lo que se necesita es un plan serio: con fuerzas coordinadas, datos, prevención real y, sobre todo, decisión política. Pero los que deberían dar la cara no están. Los intendentes —los de ahora y los de antes— se borran. Abandonan la gestión real para irse a manejar clubes, hacer política personal o cerrar negociados en escritorios privados. La seguridad en Lanús quedó librada al relato, mientras las prioridades están puestas en otro lado.No se puede gobernar desde una cancha ni desde un palco. Lanús necesita otra cosa: gestión seria, coraje para decir lo que otros callan y firmeza para enfrentar de verdad lo que nos duele. Decir esto no es odiar. Es querer cambiar las cosas. Es tener sentido común.
(*) Experto en seguridad Ucasal,UTN