sábado, 11 de julio de 2020

Cuarenta y nueve años con Dulcinea del Toboso

por Lisandro Martínez*

    Hace pocos días celebré 49 años de haber conocido a Dulcinea. Posiblemente antes y sin saberlo ya había buscado su esencia y no la había encontrado.    
Desde niño entendí que no todas, pero sí que hay mujeres que hacen mejores a los hombres, nos suavizan parte de la violencia innata con la que genéticamente somos dotados, para enfrentar los fenómenos más inesperados. Esas mujeres nos obligan a ser reflexivos. Pero tambien para que les agrademos, ellas nos hacen pujantes, intrépidos y a veces con sólo un gesto de aprobación en su rostro nos convierten momentáneamente en osados e imbatibles.
    El filósofo Fernando Savater ha dicho en 2015 cuando murió su esposa Sara que ya no tenía ningún estímulo para volver a escribir, porque si él por algo escribió durante esos 35 años que pasaron juntos, era para agradarle a su compañera. 
Esta concepción amorosa la he comprendido conociendo personas que estaban en pareja y tambien a hombres que sólo piensan en detalles el arte de agradarle a su Dulcinea, hablo de la virtual protagonista de Miguel Cervantes de Saavedra aunque muchos por su lógica inexistencia no sepan de quien se trata.   
La primera lectura metódica fue hace muchísimos años donde la encontré siendo obra de las circunstancias que concluyeron con la separación de mis padres. Fue entre los 5 y 6 años en la biblioteca del Colegio Monteagudo en pleno barrio norte donde una adulta, una adolescente y un niño practicamos el arte de sobrevivir magramente durante largos años. 
Mi hermana Alicia a cargo de mi persona de las 13:00 a las 19:00, resolvió creativamente que un par de horas de esas seis la pasáramos en la biblioteca del colegio donde ella iba a estudiar en la etapa final del nivel secundario. Así circunstancias propias y ajenas me introdujeron -quiérase o no- a visitar durante 5 días a la semana esas mágicas y altísimas paredes –para mis dimensiones- forradas de libros dedicados, según mi consideración
práctica de niño, a entretener a quien llegara. 
El recuerdo más vivido conservado me lleva a la escena donde Alicia me presentó como “novel lector” a la encargada del lugar. Esta persona, cumplida la ceremonia de saludar a la adolescente y al niño, observó detenidamente al pequeño de arriba abajo y con los datos antropométricos frescos, fue resueltamente a los anaqueles, para volver con un libro de dimensiones importantes para que el aspirante a lector, se lo devorara durante días y semanas. El ejemplar entregado a diario contaba –algo que internalizó el niño- las andanzas del maravilloso y melancólico caballero, defensor de pobres y desvalidos, el de la triste figura, enamorado de una mujer sin encarnadura a la que él dotaba, de todos los dones y hermosura. Ella sin duda era el motor de cada hazaña loca, que llevaba adelante el audaz combatiente, Don Quijote de la Mancha, dedicado a algo tan extraño entonces y ahora tan común como “desfacer entuertos”.
Dulcinea, lo supe años después, era la protagonista ausente un gran personaje que no actúa nunca, la que no dice una palabra en mil carillas pero sin embargo es la que impulsa al caballero a intentar -para cautivarla- una y mil proezas. “La realidad en don Quijote -dice Jorge Luis Borges- es ser parte del sueño de Cervantes, tanto como del sueño de don Quijote y sus inflamadas ideas de la caballerosidad y de defender a los inocentes. Por eso vemos a un caballero que vaga en sus empresas filantrópicas a través de los polvorientos caminos de España empujado por la idea de agradar con hechos heroicos a la mujer de sus sueños, que sólo existe en la febril cabeza del flaco caballero”. 
   La complejidad es que Dulcinea del Toboso, es un personaje creado en la imaginación de otro personaje, que es el protagonista de la historia. Esto lleva a que Dulcinea, sea más que una idealización, sea una idea, una idea tan fuerte que es capaz de provocar esfuerzos de todo tipo para el que la quiera conquistar. Cumple una función motriz o motivadora, porque El Quijote que primeramente sale al mundo movido por la búsqueda de aventuras, enseguida empieza a identificar a Dulcinea como el motor de sus actos. Don Quijote la va asumiendo progresivamente y esto equivale a una justificación de sus andanzas. En la obra de Cervantes Saavedra es Don Quijote quien crea y controla motivaciones o restricciones de Dulcinea del Toboso.
    Los que amamos a Dulcinea por más esfuerzo que hicimos, no nos hemos perfeccionado. Por el contrario la mayoría de las veces repensamos una y otra vez las movidas pero siempre, ella es la que nos recoloca frente a la soluciones sencillas y más agiles. Para quienes convivimos con ella, no se nos hizo más fácil todo, por el contrario fuimos obligados a pensar por nosotros mismos. 
Cuarenta y nueve años después entiendo que ya no somos aquellos que fuimos, avanzamos y crecimos como tantos, apremiados por seguir cautivándola con algo de lo producido a diario y no fue sencillo, porque acciones valerosas, fulgurantes y con creatividad no se compran en el chino.
Como en las  aventuras, andanzas y fracasos del andante caballero, sus resultados no siempre son brillantes ni epopéyicos pero él en cada una de sus experiencias fue sacando conclusiones. Don Quijote –un romántico- soñó hacer milagros y conquistar mundos -¿Quién no?- por la sola fuerza de su brazo, defender y amparar al débil, proteger al desvalido y hacer triunfar la justicia en el mundo, y creyó conseguirlo.
El secreto que me develó El Quijote cuando era niño, es que cuando logré transformar la realidad, transformaré a la mujer amada en un paradigma y con ella a todas las mujeres, quienes en el camino como Dulcinea, habrán transformado a todos los hombres.
Por ahora la hazaña es celebrar los primeros 49 años gustándole a Dulcinea, estimulándonos ambos en hacer crecer un espíritu en común que impugne la irracionalidad, la mistificación, la estupidez, la explotación del hombre por el hombre. Esas condiciones conforman el contexto con que nos acosan y donde pretenden desenvolvamos nuestra existencia cotidiana. 
La pesadilla a la que debemos poner fin continúa en la realidad, la mentira y la opresión forman parte del agónico régimen social instalado, quienes lo rechazamos somos colocados en el aparentemente incomodo oficio de aguafiestas permanentes, pero ese es un oficio solo para aquilatados quijotes quienes ejercen el viejo oficio, para complacer a Dulcinea que es la portavoz de la dignidad humana.