miércoles, 1 de julio de 2020

Chamuyo en tiempos de pandemia

por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com

A Gerardin le gusta que le escriban sobre cosas de la vida. Se entiende.  Es de por allá, de La Paternal, y para colmo de la runfla sanlorencista. Cuervo que le dicen. Por lo tanto, lleva en el corazón, supongo,  un importante pedazo  de Boedo y otro pedazo del barrio de Osvado Fresedo,"el Pibe de la Paternal", aquel gran bandoneonista, compositor y director de orquesta tan aporteñado que no quería ir con su conjunto a tocar pasando la General Paz. Salvo en ciudades importantes, claro, como cierta vez que fue con sus musiqueros a Junín y actuó en un salón ante un público de guayacas llenas.  Mi amigo es del tiempo en que se calentaba la pava en el calentador  alimentado con alcohol de quemar. A mí no me la puede vender cambiada porque en épocas de mis fenicias actividades era yo quien le proveía el inflamable líquido.  Hace como 30 o 40 años Gerardin aterrizó en Lanús, por aquí sigue y durante todos estos años, milagrosamente, mantuvimos una buena amistad porque el cariño casi fraternal que nos tenemos le viene ganando por varios cuerpos a las diferencias de pensamiento que con seguridad nunca superaremos. Entonces, será por ese cariño que le tengo que, de vez en cuando dejo descansar las cosas de la política y trato de meterme en esos rincones donde las malas y las buenas se apretujan, golpean las puertas de los recuerdos, te animan para el deschave o te patean los tobillos para que te animes a ponerle banca al presente que te toca vivir.
 Y aquí vienen “las de a peso”, como decían los de antes advirtiendo que llegaban las difíciles. Porque hablar del presente no es fácil. Estamos en medio de un batifondo padre sufriendo el peligro de una peste que ni en nuestros sueños de fantasía imaginábamos posible unos meses atrás.  Para colmo, lo que no sé por qué se le dice “la clase política” (cuando en verdad, teniendo en cuenta las excepciones, claro, deberíamos decirle manga
de rateros inútiles) tiene menos inteligencia, valentía, ideas y grandeza que un cascote. Recalquemos eso de “teniendo en cuenta las excepciones” porque algunos (y algunas) rescatables quedan, aunque para hallarlos necesites una lupa. En Lanús, ni que decir. Fijate que no son poquitos los (y las) que de tanto lamerle el trasero al intendente y sus espadachines sólo tienen en sus bocas sabor a excremento. Así son las cosas en un tiempo y un lugar en que la “moral se da por moneditas”. De todas maneras hay que poner voluntad y no hacerse demasiada malasangre para que no te salte la térmica y el cortocircuito te deje como carbonilla. Tenía razón Juan Magnetto, nuestro soñador de cabecera, poeta, escritor y decidor que nos hacía estremecer con su voz potente y sus gritos de rebeldía. Más de una vez, en el mostrador de El Rubí, reducto inigualable de la pizza y de la sopa inglesa lanusenses, entre porciones de anchoa acompañadas con el moscato que nos aflojaba la lengua, batía que “hay que cuidar la flauta porque la serenata es larga y darse cuenta que hasta lo fulero puede parir algo que valga la pena".  Leon Tolstoi  en un cuento sobre un pobre perro muerto, enseña como en medio de un cuerpo cualquiera en estado de descomposición, a veces  podés encontrar  algo con cierta lindura. Y el rusito la sabía lunga. Ahora, que como millones de personas en todo el mundo el drama de la peste nos tiene igualito que si nos hubiesen metido un flor de piñón en el hígado, uno trata de, por lo menos, ver si salta algo bueno que te permita  ilusionarte con qué, si alguna vez esto pasa de largo, podremos construir un mundo mejor. Un mundo en el cual todas y todos podamos vivir en paz, con justicia, sin hambre y  disfrutar plenamente de nuestro bien más preciado que, en definitiva es la vida. Juan tenía razón, la vida es linda y hay que cuidarla porque,  según la Filosofía Barata sublimada por el “Polaco” Goyeneche,  “es como la guita, parece que no se acaba y en una vuelta de taba te encontrás que ya  no hay más”. Si tuviste la suerte de llegar a  los ochenta y pico con algún territorio caminado y con la dicha de haber podido encanutar algún cartucho de reserva para la recta final…bueno…desde tu beneficio de inventario podrás decirle al negro Celedonio Flores y a quien quiera escucharte, que sí, que “conocés el encanto de haber derramado llanto sobre un pecho de mujer”. Y también, que supiste eso de “secarse, en una timba y armarse para volverse a meter.” Así que si la viviste la viviste y si no…alpiste. La partida suele durar hasta tarde, y quien te dice que con el cubilete en la mano tenés chance para el desquite. Nunca hay que sacarse los guantes antes de tiempo. En el bolillero están todas: la piña salvadora y la que puede mandarte a la dormida final. Este ispa generoso merece como merecemos vos, yo y tantos otros que la apechugan, que nos mantengamos  en el centro del ring.
 En fin: para no parecer Martin Fierro dando consejos, mejor me olivo. Hoy es una de esas noches llena de “hastío y de frío”. Mirá, cuando ya casi estaba por meter el dedo en la tecla con la palabra “enviar” (por fin una palabra cristiana entre tantas gringas) se largó una lluvia de esas que, por ser invierno, si te caza a cielo abierto te deja como en el inmortal “Garúa”: “Hasta los huesos calados y helados”. Demás está decirte que en estos chamuyos,  si tenés cerca un matecito o algún vinito tibión que te ayude a seguir tirando, hay como para hacer dulce. Pero no quiero esgunfiarte. Mejor dejar de rascar el fondo de la olla para que quede alguito per dopo.
Total, siempre va haber un resto para contarle a los amigos, sentados alrededor de la palangana vieja con brasitas de carbón encendidas. Siempre habrá ayeres coloridos y gustosos, actualidades apasionantes y  desafíos que te enseñen a bancarte, calladito y sin broncar, en paralelo con los dichos del recordado Mario Bustos, que  “las pibas de hoy en pantalones te dan besos de varones con gusto a faso y alcohol”. Salute.

   (*) De Iniciativa Socialista