jueves, 19 de julio de 2012

En política las primaveras no son eternas


por Omar Dalponte* 

nuevospropositos@hotmail.com 


Es bueno tener presente que todo llega y todo pasa. Nada en nuestra vida es permanente. Los argentinos sabemos muy bien que los momentos de felicidad no han sido demasiado duraderos en nuestro país. Ni más ni menos que en el resto del mundo. Pero como es aquí donde nosotros reímos y lloramos nos preocupa cuando en la escena nacional, dentro del mismo movimiento, las discusiones suben de tono. Más sabiendo que en política las primaveras no son eternas y que es
bueno evitar el crujido de las estructuras propias. 
Nadie puede negar que después de las sucesivas catástrofes padecidas en la Argentina por obra y gracia de diferentes gobiernos civiles y militares, seudodemocráticos o dictatoriales, los años posteriores al 2001 nos trajeron vientos de esperanza y cierto alivio luego de décadas de sufrimientos y miseria. Con mucho esfuerzo fuimos avanzando entre idas, vueltas, más de un dolor de cabeza y frente a una oposición sin ideas que sólo se dedicó a poner piedras en el camino. Durante estos años, a pesar de todas las trabas opositoras, hemos crecido, recuperamos parte de nuestro patrimonio nacional, recobramos la dignidad y plantamos a nuestro país ante el mundo como un paradigma a imitar. No es poco lo que hemos logrado gracias a los dos turnos y un poco más de gobiernos kirchneristas. 
Pero hacer las cosas bien, levantar al país después de años de frustraciones, salir adelante saltando innumerables obstáculos superando miles de inconvenientes para darle un poco de bienestar al pueblo, obliga a enfrentar a poderosos intereses de aquí y del exterior. Intereses que generalmente están estrechamente ligados entre sí en los sectores concentrados de la economía y de las finanzas. 
Nadie de los que tienen demasiado y manejan mucho poder va a entregar nada fácilmente. Al contrario van a oponerse, como ya lo están haciendo, a todo lo que signifique mejoras para quienes históricamente han estado postergados. Y en esa actitud opositora cargada de agresividad no van a despreciar ningún método. Seguramente colocarán todos sus recursos -que son inmensos- al servicio de la preservación de sus privilegios. 
Ya comenzaron con Honduras y Paraguay ocasionando un daño importante al proceso de unidad e integración latinoamericano. Dentro de poco se jugarán una carta brava enfrentando a Chavez en Venezuela. Aquí en la Argentina todavía no le encontraron la vuelta y se les complica bastante porque frente al kirchnerismo no hay ninguna figura relevante para colocar como nave insignia. Insistirán una y mil veces porque los poderosos son así. No toleran la elevación de las clases populares porque ello significa ceder espacios y no poder disponer a gusto y placer del destino de millones de personas. En este momento, por esas cosas que ocurren dentro del movimiento nacional, algunas choques que ocurren en distintos niveles de diferentes sectores pueden favorecer a los enemigos del pueblo que, sin duda, tratarán de aprovechar cualquier grieta para filtrar insidia y sembrar cizaña. Ya nos ocurrió hace más de cuarenta años cuando triunfó el Dr Héctor Cámpora, candidato del peronismo en las elecciones del 11 de marzo de 1973 después de 18 años de proscripciones y persecuciones. En aquel tiempo nuestra ilusión duró poco más de dos meses. Entre propios y ajenos derrocaron a aquel flamante gobierno elegido por el cincuenta por ciento de los votos, trastornando los planes de Perón y produciendo un agujero en la historia que recién comenzamos a tapar en el año 2003. Quien en esa época creyó que habíamos derrotado al enemigo se equivocó fiero. El enemigo nos volteó a nosotros. Y aceleró la muerte de nuestro líder, el general Perón. 
Si aprendiéramos que en política para muestra basta con un botón seríamos más cuidadosos en producir hechos que atentan contra la unidad del campo popular debilitándonos frente a quienes trabajan para dividirnos y vencernos. La consigna unidos y organizados debe asumirse no como un simple eslogan sino como una necesidad que debemos realizar entre todos los que jugamos nuestras fichas apoyando el proyecto cuya conducción ejerce Cristina Fernández. La presidenta pidió en estos días unidad al movimiento obrero. La dirigencia sindical no debe ignorar este pedido. Si lo hace y no responde a las exigencias de este momento histórico no sería extraño que los trabajadores pongan las cosas en su sitio. No sería la primera vez. 
                       (*) Miembro de Iniciativa Socialista