lunes, 30 de julio de 2012

El muerto no faltó a la cita


Por Marcelo Calvente


Le decían  Poncho Negro. Es, con Álvarez Vega, uno de los dos protagonistas de aquella gesta sin final feliz de los Globetrotters que aun disfrutan de la vida, aunque a Benito Cejas ya lo habían dado por muerto a los 21 años. Fue en aquella larga noche del 16 de septiembre de 1955 cuando la Libertadora depuso a Perón, y su nombre de soldado conscripto figuró en la lista de muertos en combate. Pero el crack de Lanús había pasado la noche donde pudo, y cuando a la mañana llegó a su casa, familiares y amigos ya lo lloraban y el dirigente Guillermo Garrido aprontaba los trámites para velarlo. Por suerte, la figura de un Lanús que ya daba que hablar, Benito Cejas, estaba vivo y 
sin un rasguño. Apenas unos días después, el 2 de octubre del 55, cuando el Torneo se reanudó luego del golpe de estado, Lanús le ganó a Boca con un gol suyo en Arias y Acha, y el diario Crítica tituló “El muerto no faltó a la cita”…
Benito Cejas había nacido el 3 de febrero de 1934. A los 17 años ya deslumbraba en Racing de su Córdoba natal hasta que alguien lo trajo a Lanús para sumarse a la tercera división, y enseguida debutar en primera en 1952, con 18 años recién cumplidos. Tras la pobre campaña del 51, año en que retornó a Primera, en 1952 en el plantel de Lanús soplaban vientos de cambio. Ya estaban Álvarez Vega, Daponte, Emilio Fernández, Gil, Moyano y Urbano Reynoso, ya Guidi había desplazado sin discusión a Strembell, ya comenzaba a escribirse la leyenda de los Globetrotters, de la cual la historia de Benito Cejas es una página sugestiva y premonitoria. En 1953 se suman Prato y  Beltrán por Calvente y Vivas, y luego llegarían dos futbolistas que le darían al equipo el toque de distinción: En el 54 José Nazionale, el más lujoso; en el 55 Dante Homérico Lugo, el de mayor habilidad y talento. Con Carranza, que se suma antes del inicio del Torneo de 1956 cierra la nómina del equipo que debió ser campeón y finalmente no lo fue.
Lo apodaban Poncho Negro por su parecido con un personaje de historieta que irrumpía en la escena nacional, llevaba disputados 90 partidos  y convertido 32 goles desde su debut en primera con la casaca granate, hasta que el 17 de junio de 1956 su camino se cruzó con el del malvado Pipo Rossi. Cuentan que unos días antes la Selección había enfrentado a Lanús en un partido preparatorio, y que Cejas, pero sobre todo Dante Lugo, con quien empezaba a formar una dupla esperanzadora, le habían pegado flor de baile, con un par de caños incluidos. Rossi se quedó con la sangre en el ojo. Durante los 10 primeros minutos de aquel River – Lanús lo buscó con insistencia a Mandrake Lugo, que no se dejó encontrar, y a los 12 minutos fue directo a quebrar desde atrás a Poncho Negro -convirtiéndose en el malo de la historieta- con una acción artera que el árbitro no penó, y de la que el periodismo se hizo escaso eco, a pesar de que su compañero de Selección, Pedro Dellacha, manifestó indignado que Rossi había anunciado su venganza en el vestuario, apenas terminado el amistoso con Lanús.
“A Cejas le cagó la carrera el hijo de puta de Pipo Rossi” es la sentencia escuchada mil y una veces en las calles de Lanús desde entonces y hasta hoy. Sin embargo, 96 años de Fútbol Granate, el libro de Néstor Bova, una vez más pone claridad al respecto: Luego de la lesión, Benito Cejas estuvo convaleciente durante todo el 56, y recién pudo volver en 1957, jugando 13 partidos y convirtiendo 4 goles. La recuperación definitiva llegó en 1958, año en el que disputó 29 encuentros, con 10 anotaciones. No obstante, e increíblemente, al finalizar ese año fue dejado en libertad por Lanús. En medio del descontento general por una frustración que había dejado muchas secuelas en los hinchas granates, el club sufría el ocaso de Los Globetrotters, y terminaría descendiendo a la B en 1961, 10 años después de su gestación como equipo. Oscar Altruí, compañero y amigo inseparable de Poncho Negro hasta el día de hoy, cuenta que un arrepentido Pipo Rossi lo visitó el día de su operación y que Pepe Nazionale y Urbano Reynoso los sacaron a patadas de la clínica. Cuentan que la factura le sigiuó llegando puntualmente con los años, que la culpa lo persiguió hasta la hora final, y hoy se lo recuerda más por su despiadada agresión a Cejas que por sus escasas virtudes como jugador y persona.
El paso de Dante Lugo por Lanús fue meteórico y consagratorio: 50 partidos y 23 goles,  desde su debut en septiembre del 55 hasta fines del 56, para pasar jugar en el Atlético Madrid, y luego de un periplo por varios clubes de Colombia y Perú, recaló en Ferro y al final en Boca, en ambos brillando en dupla con Antonio Garabal. Dicen que Cejas y Lugo se entendían a la perfección, y que la lesión del primero y la pronta partida del segundo impidió comprobar hasta donde habrían llegado jugando juntos. Lo cierto es que a Poncho Negro, luego de un paso fugaz por Tigre, Pedernera se lo llevó a Colombia para ser figura en el Tolima durante tres años más, entre 1960 y 1962, cuando una rotura de meniscos lo llevó a un tempranero adiós a los 28 años.
A Benito Cejas aquella mítica lesión no le impidió continuar con su carrera, aunque sí llegar a ser lo que insinuaba a los 22, al recibir esa plancha asesina, y tal vez esa incógnita incluya la posibilidad de que con él en cancha, Lanús se hubiese consagrado campeón por primera vez en su existencia. No pudo ser, el primer título granate recién llegaría 51 años después, luego de atravesar un largo y sinuoso camino institucional, con la vuelta olímpica de los pibes de Ramón Cabrero en la mismísima Bombonera un inolvidable  2 de diciembre de 2007.